La calle, mi calle, para los crios era la felicidad total, el paraiso de los juegos y la diversión.
Los juguetes necesarios para participar eran, una canicas para jugar al "gua", unos alfileres con cabezas de colores que llamaban "bonis", un buen trozo de papel para hacer una acerico y clavar los alfileres en el, unas chapas para jugar a las "chapas" o las carreras, una peonza de madera y un cordel.
Tambien unas tabas del cordero para a las "tabas", una lima o pincho para jugar al "robaterrenos", una soga para la "comba", una pelota para el "pies quietos" o jugar un partido, y a veces unos cromos para intercambiar o jugar a los cromos dejándoles caer desde una altura en la parez y si montaba uno sobre otro te quedabas con todos.
"Pares o nones" se jugaba con unas piedritas igual que a los chinos con monedas de cinco o diez céntimos.
Quien tuviera una vieja baraja era el sumun del placer pues había decenas de diferente juegos de cartas en los que se apostaban cromos, tebeos, alfileres, canicas o chapas.
Dinero no se apostaba pues quien tenía dinero?, nadie prácticamente o si se enteraban los padres había bronca o tortazos, eso seguro.
Para el resto de juegos no se necesitaba nada en absoluto, inventiva, imaginación, ganas de correr y a veces mucho frío para entrar en calor las manos o los pies.
Por supuesto que también habia juegos donde se fastidiaba al personal, a los vecinos chillones o antipaticos que siempre andaban detrás de los crios para reñirles o rajarles la pelota, quitarles la cuerda o quejarse siempre por el ruido, la bulla, o lo que fuera.
El mas jugado era "llamar a las puertas" y había variedad de situaciones para llamar.
La peor era atar con una cuerda bien fuerte el tirador de una puerta a el tirador de la puerta de enfrente, a una piedra, una lata o lo que fuera que impidiera abrir desde dentro.
Si dos puertas estaban atadas con la cuerda se llamaba a las dos y se salía corriendo muertos de la risa imaginando que ninguna puerta de ellas podría abrirse.
Este era un juego arriesgado pues si te pillaban la bofetadas o los azotes en el trasero eran seguros.
Mas inocente era llamar y correr, volver a llamar y correr otra vez hasta que el personal se enfadaba de veras.
El último juego y mas tremendo, reservado para los vecinos realmente odiosos, era arrojar un petardo por alguna de las ventanas que daban a la calle y salir corriendo como un relámpago. Era casi suicida pues si pillaban al culpable, o a los culpables, las consecuencias eran imprevisibles.
Viviendo bajo una dictadura ferrea que observaba y controlaba absolutamente todo, policia secreta de paisano que vigilaban los transportes y que en cualquier momento podian solicitar la documentación a cualquier persona, la delicuencia callejera era casi inexistente, los chicos campaban libremente a su criterio sin que los padres se preocuparan de que puediera ocurrirles algun percance, no había nada que robar y así dificilmente podía haber atracos.
Se ejercia mucha vigilancia por lo que se consideraban delitos de índole sexual, incluyendo exibicionismo, homo sexualidad en hombres o mujeres, prostitución callejera, o algún tipo de abuso o tocamiento de cualquier índole.
Sobre todos estos asuntos se ejercía una muy estricta vigilancia
por parte de padres y vecinos.
En verano los chicos y chicas jugaban en la calle hasta altas horas de la madrugada, una y media o dos, no había colegío y las casas eran auténticos hornos.
Los vecinos, la mayoria en casas de una sola planta, salían en mitad de la calle con sus sillas y formaban corrillos para charlar, jugar a las cartas, o a lo que fuera. Había rivalidades y cotilleos de toda índole, unos grupos no se hablaban con otros y no eran infrecuentes las riñas y discusiones a voces llegando a las manos muy rara vez por temor de acabar en la comisaria.
El verano era la estación preferida para jugar y salir a la calle, todo el mundo, no había televisión y la gente solo tenia la charla en grupo para entretenerse y pasar el rato.
Se regaba la tierra previamente para que diera fresco y a parlotear o jugar un dominó o una cartas hasta altas horas de la madrugada.
Cuando llegaba el fresco de la mañana, cada "mochuelo a su olivo" y a tratar de dormir algo hasta la hora de levantarse e ir al curro.
La chiquilleria era feliz en esas tardes, noches, madrugadas, en que el tiempo se detenía y no había prisa para nada. Solo estar con los amigos e inventar algún juego para pasar el rato.
Felices tiempos de escasez y pan duro, juegos de verano y de invierno.
Tardes de radio junto al brasero si llovia o el invierno era helador, tebeos para intercambiar, o algún juego de mesa que reunía a la familia sin otra cosa en que pasar el tiempo.
Veranos de mucho calor, botijo, siesta y madrugadas en la calle sin saber que pronto cesarian estas costumbres de cuajo, una vez que la televisión hiciera acto de presencia en todas y cada una de las ciudades y pueblos de la España de postguerra.
Pero esto es otra historia.
el gatufo
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