Tres años han pasado ya desde que deseabas morirte, y aquí estás vivo y coleando, como pez recién sacado del rió que sigue vivo aunque se está asfixiando, colea, salta, y a veces es preferible tronchar su espina para que tenga una muerte rápida y no por asfixia.
Deja de sufrir, piensas, y te consuela el hecho de acabar con una vida.
No es tu caso ahora, no te asfixias como te sucedía hace dos años, en que ni siquiera tenias ganas de colear o saltar, eras un algo muerto, esquelético, fantasmagórico, como un ánima en pena que iba de un sillón a otro durmiendo casi todo el día, deseando que el verano llegara a su final y sin saber que hacer con el pequeño hálito de vida que aún persistía dentro de ti.
Julio fue un infierno el año 2012, como suelen ser todos los julios en Madrid, y Agosto no concedió ningún alivio, llegó Septiembre y decidiste que era hora de visitar a la doctora de familia.
Sin fuerzas, sin ánimo, deseando que el final llegara pronto y rápido, como pez que tronchan el espinazo y ponen fin a su sufrimiento, y la historia acaba para el, así te sentías tu deseando que cayera un rayo del cielo y te fulminara al instante.
Sin síntomas visibles durantes meses o años antes de empezar el tratamiento, el VHC no da síntomas, dos meses después eras una ruina física y psíquica, con una anemia brutal, sin defensas, sin plaquetas, el organismo alterado, con cuatro o cinco kilos menos, pesando solo cincuenta y nueve en una estatura de 1,76 eras como un ser escapado de un campo de exterminio, así te sentías esperando ser recibido por la doctora, y lo peor de todo, "la depresión" causada por los fármacos, el "Interferón"/ "Telaprevir" y la "Rivabirina" que habias abandonado en el mes de junio porque tu cuerpo no soportaba más, tampoco tu espíritu, y se hacía ya necesaria una transfusión urgente que salvara tu vida y te permitiera continuar el tratamiento endiablado durante un año si es que podías superarlo sin morir en el intento.
Ya no tenías fuerzas y animo para nada de este mundo, solo tristeza mezclada de frustración y desesperación absoluta.
Un análisis de sangre lo primero dijo la doctora, pues ella no podía creer lo que el último test sanguíneo mostraba y no entendía como no se habían hecho otros, le costó entenderlo y por tres veces te pregunto si no habían hecho alguno más después del que le mostrabas.
Resultaba incomprensible para ella pues tu vida había estado en un tris de acabar, como muy bien sabías.
Informado fuiste de que podías sufrir un infarto o angina de pecho con los glóbulos rojos, leucocitos y hemoglobina, tan bonísimos en sangre que no aportaban oxigeno al músculo cardíaco ni al resto de tu cuerpo.
El análisis fue lo suficiente correcto para no asustarse, al menos es lo que la doctora comentó, con lo que a renglón seguido empezó el tratamiento antidepresivo administrado por ella misma.
Gracias doctora, pensante, que no me envía al psiquiatra pues no hubiera ido y por supuesto menos posibilidades, o más quien sabe, de salir de la oscuridad.
Y que decir, sabias lo que es una depresión pues con treinta y tantos pasaste una que te duró dos años largos, te hizo perder mas de doce kilos, y pensabas que nunca saldrías del pozo.
Es lo normal que siente un alma sumida en una profunda depresión. La vida no tiene ningún significado, es continuo sufrimiento, hasta el punto que lo único que deseas es que acabe cuanto antes.
Así comenzaste Octubre, siguiendo un tratamiento que de momento pensabas te empeoraba, iluso, la depresión no se cura en dos, tres o seis meses, menos si no ganas peso ni fuerzas para combatirla.
Ni aún así, nadie garantiza nada, y la sensación es tan horrible que el mundo no tiene significado alguno.
Rezaste a Dios, si rezaste, aunque parezca increíble en ti, hombre agnóstico que durante años no había rezado ni aparentemente creído casi en nada, con la fe que da la certeza de la existencia de Dios.
Rezaste ante tu propia ruina, y pediste que El te sacara de la oscuridad, del pozo sin fondo en el que unas substancias concebidas para curar, te habían conducido.
Curar, a costa de que?, habría que preguntarse.
No puedo entenderlo, no puedo entender como te dejaste conducir a semejante tratamiento cuando sabias, presagiabas lo que iba a suceder.
Y la historia, tu historia continua aunque la dejaremos para otro momento pues mis lectores estarán aburridos en este punto.
el gatufo
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