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Mi mas oculto deseo fue siempre ser escritor y aprender varios idiomas. He llegado a defenderme bien en Ingles y chapurrear algo de Frances. El cine y la fotografia me fascinan. La música, de todo tipo, ha sido siempre mi relax. La amistad la valora mas que a nada en la vida.

domingo, 28 de octubre de 2018

QUIERES ASUSTARME?


El monte de las ánimas ebook by Gustavo Adolfo Bécquer


Las fechas son apropiadas para postear una leyenda escrita por el gran Gustavo Adolfo Becquer, esperemos que no tenga derechos de autor, escritor y poeta del romanticismo español.


El monte de las ánimas, de Gustavo Adolfo Bécquer La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria. Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice. Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche. Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas. I –Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas. –¡Tan pronto! –A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte. –¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme? –No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia. Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a bastante distancia. Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia: –Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron. Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos. Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos a quienes se quiso exterminar tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse. Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querid La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporárseles los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria. II Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón. Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso: Beatriz seguía con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz. Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio. Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste. –Hermosa prima –exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban–; pronto vamos a separarnos tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío. Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios. –Tal vez por la pompa de la corte francesa; donde hasta aquí has vivido –se apresuró a añadir el joven–. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres? –No sé en el tuyo –contestó la hermosa–, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo... que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías. El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de serenarse dijo con tristeza: –Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo ante todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío? Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra. Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste monótono doblar de las campanas. Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo: –Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? –dijo él clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico. –¿Por qué no? –exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre las pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió: –¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma? –Sí. –Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo. –¡Se ha perdido!, ¿y dónde? –preguntó Alonso incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza. –No sé.... en el monte acaso. –¡En el Monte de las Ánimas –murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial–; en el Monte de las Ánimas! Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda: –Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendentes, he llevado a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor, hereditario en mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir del peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche... esta noche. ¿A qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡las ánimas!, cuya sola vista puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde. Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo concluido exclamó con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores: –¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos, y cuajado el camino de lobos! Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía, movido como por un resorte se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego: –Adiós Beatriz, adiós... Hasta pronto. –¡Alonso! ¡Alonso! –dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó querer detenerle, el joven había desaparecido. A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó atento oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último. Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos. III Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho. –¡Habrá tenido miedo! –exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la iglesia consagra en el día de difuntos a los que ya no existen. Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso. Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído a par de ellas pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana. –Será el viento –dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón, procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un chirrido agudo prolongado y estridente. Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden, éstas con un ruido sordo y grave, aquéllas con un lamento largo y crispador. Después silencio, un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monótono de agua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota no obstante en la oscuridad. Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar: nada, silencio. Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas direcciones; y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada, oscuridad, las sombras impenetrables. –¡Bah! –exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho–; ¿soy yo tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos? Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento. El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblan tristemente por las ánimas de los difuntos. Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin despuntó la aurora: vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto sangrienta y desgarrada la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso. Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca; blancos los labios, rígidos los miembros, muerta; ¡muerta de horror! IV Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada, que con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso. FIN



A todos vosotros que os gusta el Español-Castellano seguro que este relato o leyenda os habrá gustado.


Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida (Sevilla, 17 de febrero de 1836-Madrid, 22 de diciembre de 1870),​ más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer, ...
Movimientos‎: ‎Romanticismo‎, ‎Simbolismo
Causa de la muerte‎: ‎Tuberculosis
Nombre de nacimiento‎: ‎Gustavo Adolfo Claudio ...
Nacionalidad‎: ‎Española




A mi el autor Gustavo Adolfo Becque, Rimas y Leyendas, me encanta. Espero que os pique la curiosidad y pueda ser un aliciente para leer a este autor Español nacido en la maravillosa ciudad de Sevilla. 

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el gatufo

lunes, 22 de octubre de 2018

ESCLEROSIS MULTIPLE NADA CAMBIA



Diciembre del 2013

Cuca en la Residencia su nueva casa ahora



Nada o casi nada cambia en mi vida, te diré que sigo haciendo lo mismo que hacía hace un año o dos, pero todo me cuesta mucho más.
Mi deambular hasta el baño o el comedor es inseguro hasta el punto que en las mañanas me levanto con ayuda y me acoplo en la silla de ruedas.

Mas fácil para mi y mucho mas sencillo para  Emiliano que solo tienen que empujar la silla. 
Reservo fuerzas para por la tarde que dejo la silla de ruedas tras tumbarme en el sofá y descabezar una pequeña siesta.

Un día es semejante a otro, sumas días y tienes una semana, sumas más días y tienes un mes o un año. La rutina se repite casi sin variación y feliz de que así sea.

El otro día fui a ver mi doctora, no conocía el ambulatorio y llevo nueve años habitando esta nueva casa, increíble pero cierto, nueve años sin visitar a la doctora y sin conocer la clínica donde pasan las consultas. Siempre ha ido Emiliano que pide hora para el y para mi.

Un momento Cuca, no puedo creer que en nueve años no hayas ido nunca a la doctora de familia, estás segura de eso?.

Oye, tu, como te llames, padezco una enfermedad llamada esclerosis múltiple pero no he perdido la memoria, gracias a Dios, sigo coordinando mis pensamientos y mis recuerdos. 
Si digo que no había ido nunca al ambulatorio de la Seguridad Social a ver a mi doctora es así, punto, si he ido al hospital a la consulta del neurólogo aunque debo añadir que hace seis años que no he vuelto.
No hacían nada, solo tomar notas y rellenar una estadística. 
Ninguna solución, ningún remedio, ninguna medicina que retrase el proceso de la esclerosis, nada de nada. 
Una gran molestia para llegar allí, ambulancia últimamente, horas de espera, y ningún resultado práctico.

Charla insustancial contando mis síntomas ya sabidos, lleve el dedo a la nariz, trate de andar, lleve el dedo a mi dedo, esas eran las pruebas a las que era sometida.

Total, le comenté a la neuróloga que dado el esfuerzo de llegar a su consulta una o dos veces al año le podía ahorrar ese esfuerzo a Emiliano o a mi misma y llamarle a ella por teléfono para contarle mis síntomas y me dijo que "no era posible" pues de esa forma no figuraba en las estadísticas hospitalarias como una consulta y ella no justificaba el número de pacientes atendidos.

Pues que maravilla pensé, para que esta doctora justifique sus cometidos debo hacer, y deben hacer quien me trae, un esfuerzo considerable que solo me produce dolor y molestias.

Desde ese momento ya no he vuelto y nos ahorramos todos ese trajín de ir y venir para nada.

Oye Cuca, eres muy drástica en tus decisiones, no te parece?

Puede ser, pero no es solo por mi, también pienso en los demás, en Emiliano que debe acompañarme y preocuparse de que todo resulte bien, le ahorro la molestia, el esfuerzo y yo estoy mucho mas tranquila.

Tu, sabio, que harías en mi lugar?

Supongo que lo mismo Cuca, pero no te agites, tranquila y sigamos con tu relato, aunque no mucho pues esto se alarga demasiado sin que hayas contado en realidad nada de interés.

Pues sabes lo que te digo entrevistador sin nombre, que por hoy ya he escrito bastante, punto y final ya seguiré en otro momento

Y será antes que tarde lo prometo.

Muy bien Cuca, gracias y hasta otro día.




domingo, 21 de octubre de 2018

SENCILLA BELLEZA


Cuca feliz con su nuevo look


Sencilla belleza de una tarde diferente, de conocer una nueva persona, de animada charla y dejar que el tiempo vaya pasando hasta olvidar el reloj que inexorable marca la hora de marcharnos.

Nos vamos y ahí se quedan Cuca y su compañera Carmen a quien acabo de conocer y con la que he mantenido animada conversación.

Me gusta la nueva amiga de mi esposa en la Residencia que ahora es como su casa. Carmen una cordobesa que no acaba de perder su acento andaluz tan bonito cuando alguien amable, como ella, tiene interesantes anécdotas para contar.

No hacen falta bebidas ni jaranas para pasar una muy animada velada.
Charo le corta el pelo a Cuca y yo converso con su compañera de cuarto con la que recuerdo anécdotas del viejo Madrid.

Me cuenta que llegó a Madrid con diez años, solas  ella y su madre, ambas se inflaban a llorar, Carmen no conocía a nadie, le habian arrancado de su añorado lugar, Montilla en la provincia de Cordoba, y la traen a un lugar extraño y excesivo para una pequeña que ve su vida arrancada de cuajo.

No sabría decir si la vida es bella, bonita o triste, hoy a mi me parece muy buena tras ir saliendo de una profunda depresión, y lo que esta señora de la misma edad que Cuca me contaba, me resultaba sumamente interesante.
Es indudable que con diez, ocho e incluso menos años puede pasarse francamente mal, y en su caso madre e hija traidas a una ciudad extraña se consoloban mutuamente a base cariño y llanto.

Creo que cualquier historia bien contada por el protagonista da pie para construir un buen guión o una sorprendente novela.

Charo escucha y a pesar de su hombro dolorido va cortando el pelo a mi tesoro, Cuca, a la que previamente  ha cortado las uñas de los pies y ambas se sienten en paz en el lento transcurso de una tarde sin sobresaltos, afuera cae la lluvia sin parar.

Llego a casa cansado pero feliz, me esperan mis gatos a los que tengo que acariciar por orden, primero  Gatufo y luego  a Chispitas.

¿Que habrán hecho en mi ausencia?
Dormir casi seguro pues nada está fuera de su desordenado sitio.





el gatufo

lunes, 15 de octubre de 2018

LA DESIGUALDAD MATA








Lo estoy viendo todos los dias cuando salgo a la calle, cuando tomo el metro o el autobús. Veo infinidad de gente sin nada, rebuscando incluso en los contenedores y durmiendo un día tras otro en la calle sobre las frias aceras.
En el metro no hay día en el que no desfiles varios desarrapados o no tanto pidiendo, comida,  dinero, tocando un instrumento y pasando la bolsita para que deposites alguna moneda
Siempre voy preparado y llevo suelto, monedas para poder dar a todo aquel que me pide, me da igual joven que viejo, mujer que hombre, blanco o negro. Procuro llevar siempre monedas y dárles alguna que seguro bién les vendrá.

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Del Periódico El Pais hoy:


En Madrid, la desigualdad mata. Da igual que esta sea una de las regiones más ricas del mundo. El 46% de los hogares tiene dificultades para llegar a fin de mes, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). El 34% de las familias no puede afrontar gastos imprevistos. El 17% de la población está en riesgo de pobreza. El 8% no puede calentar su hogar. Y como consecuencia, dentro de la capital, que es una de las ciudades más boyantes del planeta, los vecinos de los barrios del sur se mueren hasta tres años antes que los del norte. Los expertos tienen una palabra para eso: desigualdad. Sus víctimas emplean otras: miedo, desesperanza, incertidumbre, hambre.
La Comunidad es una de las regiones más boyantes de Europa, pero está rota por la desigualdad

El 46% de los hogares madrileños tiene dificultades para llegar a fin de mes

DIFICULTADES ECONÓMICAS

En los hogares en la región de Madrid
No tienen capacidad para afrontar gastos imprevistos
34%
No pueden ir de vacaciones una semana al año
21%
Tasa de riesgo de pobreza o exclusión social
21%
En riesgo de pobreza
17%
No pueden mantener la casa a la temperatura ideal
8%
Retrasos de pago de gastos de la vivienda
6%
Con carencia material severa
5%