Datos personales

Mi foto
Mi mas oculto deseo fue siempre ser escritor y aprender varios idiomas. He llegado a defenderme bien en Ingles y chapurrear algo de Frances. El cine y la fotografia me fascinan. La música, de todo tipo, ha sido siempre mi relax. La amistad la valora mas que a nada en la vida.

domingo, 26 de octubre de 2014

LARGO SUPLICIO






No percibo nada, solo dolor, estoy sumido en un angustioso sopor que me lleva a desear la muerte de continuo.
Pero no llega, es más me obligan a arrastrarme casi cuando mis pies se niegan a dar el menor paso.
Lo están dando y no se como, no los siento, tampoco las piernas, solo siento mis pulmones arder a cada bocanada de aire que logro impulsar dentro de ellos. El corazón golpea mi pecho como si fuera a salirse, debo estar cumpliendo años en cuestión de horas. 
Si llego a casa mi pelo habrá encanecido de repente como si en lugar de haber pasado dos días hubuieran estado fuera diez años.

Que viejo soy pienso, esto se acaba majo, pero sigue andando. Sigue andando oigo la voz de mi acompañante que casi me lleva en volandas o me levanta por encima de los obstaculos que resulta casi imposible rodear.

Veo caer al suelo a gente que ya no se levanta más. Los que caminan detrás de ellos pisotean las manos o piernas de los caidos, sin ningún respeto pues son imcapaces de rodear los cuerpos que hay sobre el suelo.

Algunos de estos, los que pisotean, caen cincuenta metros mas adelante siendo a su vez pisotedos por los que continuan.

Hemos tocado suelo pienso, esto ya no puede ir a peor, y como siempre que se piensa algo parecido estoy muy equivocado.

No soy consciente del tiempo que ha pasado hasta que me habla Luis con urgencia y me dice que pronto caerá la noche y no tenemos refugio alguno.
Habrá que romper alguna puerta o cristales y buscar un piso o local vacío para pasar la noche.
Habrá centenares de miles pero no hay medio de saber cuales están vacios.

¿Y con que saltamos las cerraduras?. La mayoria de las viviendas o comercios de algunas zonas de la ciudad tienen puertas blindadas. 
La delicuncia indiscriminada llegó a tal extremo que casi ninguna casa carecía de blindaje en su entrada. 
Algunas viviendas de las mejores barrios de Madrid parecen cajas blindadas y no hay forma de acceder a ellas si no tienes la combinación de las cerraduras.

Ya no se llevan llaves metálicas, son códigos recogidos en tarjetas que la genta procura llevar siempre consigo
Si no tienes la tarjeta para insertar en la ranura y teclear posteriormente un código que va variando si lo solicitas, no hay forma de acceder a las viviendas. 

Igual que fortines, solo mediante explosivos puedes entrar en locales o residencias de algunas zonas de esta inhospita ciudad, donde todo ha ido cambiando con rapidez.

Y estamos en una de ellas, me advierte el joven que me arrastra sin esfuerzo aparente, es increible su fortaleza me digo una y otra vez. 

Me está hablando, presta atención pienso.

Tenemos que salir de esta zona como sea y acceder a otros puntos de la ciudad donde sea mas facil violentar algun piso o tienda comercial. Aquí nos será imposible refugiarnos, tendriamos que estar en mitad de la calle como si estuviesemos muertos, o al menos fingir que lo estamos.

Estupendo, pienso, no deseo otra cosa que tirarme al suelo y dejarme morir como hacen la mayoria de los que diviso delante de nosotros.
Casi me estampano contra el pavimento al pisar la mano de alguién que grita
y se revuelve con dolor. Lo siento, lo siento, musito, pero no me oye, ha vuelo a estar inmovil sin apenas moverse ya.
No es decente ni moral tener que morir y ser pisoteado por otros mientras tus pulmones arden y la respiracín es un tormento continuo. 

La máscara de oxígeno está otra vez sobre mi cara, gloria bendita en forma de grandes bocanadas inundan mis pulmones ardientes, no dura nada esa bendición e inmediatamente el infierno vuelve a desatarse en mis entrañas.

Vamos, vamos, ya es suficiente. No tenemos demasiado y hay que reservar me advierte Luis según guarda otra vez la máscasa. 
Y el? me pregunto, no puede ser que aguante esta tortura, de que está hecho este muchacho?.
Parece adivinar mis pensamientos. Fuí corredor de campo a través, diez mil y algunos maratones, tengo costumbre de sentirme morir por falta de aire, puedo aguantar un poco más.

Bendito tu, pienso, el deporte te ha servido para algo práctico y vital.

Mas gente se derrumba a cada momento, es espeluznante, parece la marcha de los condenados que no saben hacia donde se dirijen. 
Estamos saliendo de la zona pija, hacia donde ahora me pregunta Luís, y yo le indico con la cabeza que siga adelante, adelante, recto un kilometro y luego torcer a la derecha.  
A paso normal, respirando, llegariamos en una hora pero así será eterno.

Se nos echará la noche encima y los soldados renegados y sin un mando que les controle empezaran a hacer de las suyas.
No hay orden, ni mandato, ni nada que cuidar o salvaguardar. Esto es un infierno anticipado que durará muy poco, pienso, ¿habrá algun tipo de gobierno o control?. 
No lo parece, aunque es posible que en alguna parte todavia resida un poco de orden y esperanza. 
Creetelo, es mejor que dar todo por perdido, no es el fin me digo a mi mismo, ten fe en que muchos se salvaran, no es el final de tu especie. 

El tuyo si, pienso, pero no el de todos. Fíjate en tu compañero, el si tiene muchas posibilidades de sobrevivir, ¿no crees?.

Si, lo creo, y tambien podrá poner a salvo a Gloria y su hijo. 
Venga, vamos, sigue, aguanta, y doy un paso más.  






             el gatufo   

viernes, 24 de octubre de 2014

CAMINANDO




Respirar es un tormento constante, los pulmones estallan, la tos no cesa tratando de expulsar cuerpos extraños introducidos con cada bocanada de aire pestilente. 
La falta de oxigeno es angustiosa, el corazón se acelera al máximo y temo que en cualquier momento sufrir un infarto. 
Mi compañero es mucho mas fuerte y acusa menos la extenuación que siento en mis músculos, no siento los pies, mis piernas rígidas como palos dudo que me sigan manteniendo por mucho tiempo.
Hemos salido del túnel hace unas horas y parece que lleváramos el día entero caminando. 

El caos es si cabe mayor que ayer. 
Ni se preocupan ya de apilar los cadáveres que proliferan por doquier. 

Niños, mujeres y ancianos están diseminados por cualquier lugar, iban pertrechados con unas pocas pertenencias como si quisieran huir de sus casas.

Habrán salido de madrugada y no han podido andar más de un kilómetro o dos, derrumbándose exhaustos, tosiendo, vomitando, sangrando por narices y boca hasta que un ataque fulminante de corazón o un derrame cerebral acaba con sus vidas y su sufrimiento.

Acabaré igual que ellos, pienso, no puedo continuar más. 
El aire es irrespirable y venenoso en grado sumo. Cuando joven fui un experto nadador que aguantaba horas en el agua haciendo largos de piscina o de playa una y otra vez. 
Nunca he fumado, tampoco he padecido severos catarros, y quizás este sea el motivo de no haber sucumbido ya.




En cualquier momento estaré en el suelo, pienso, cuando de hecho he caído ya y no me he enterado.

Me ponen una boquilla en la boca y respiro, respiro, es una delicia el aire que llena mis pulmones. Estoy así un segundo aunque no creo tal cosa. Habrá sido un buen rato, me sacuden y abro los ojos. 
En marcha, vamos, tenemos que seguir me dice una voz.

Me incorporo con ayuda y comienzo a caminar de nuevo. A mi lado sigue mi compañero que rápidamente está guardando algo en su macuto. 
Es una mascarilla de oxígeno que me ha dado la vida.

Conviene que nadie la vea, menos aún los soldados, por lo que vamos caminando con sumo cuidado, escondiéndonos en el momento que escuchamos pisadas de grupo.

El silencio es opresivo. En una ciudad como Madrid el hecho de no escuchar nada, solo algún grito o de vez en cuando algún disparo, es aterrador.

Siempre deseé un poco de silencio, pero no esta calma, me eriza los cabellos presenciar que nada se mueve, nada se oye, se habla con voz queda, nuestras pisadas también son silenciosas debido a la capa de polvo, sangre y suciedad que cubre el asfalto o las aceras.

Se escucha el ruido de pesadas botas sobre el asfalto, de inmediato nos escondemos tras varios árboles caídos y observamos atentamente hacia el lugar del que proviene el ruido.

Se oyen juramentos y voces que acompañan a las pisadas.
Un grupo de soldados astrosos con los uniformes sucios y raídos aparece al frente doblando una calle. 

Hablan, tosen, escupen quitándose las mascaras para hacerlo, portan pesados cuchillos en sus manos manchados todos ellos de sangre.
Han dado buena cuenta de los desprevenidos que se han aventurado en las calles tras el toque de queda.

El que parece ser el oficial habla por un teléfono móvil. 

No puede ser, pienso, no funcionan los móviles, pero este es distinto y funciona. 
Es indudable pues se dirige a algún superior recabando ordenes e informado de los incidentes nocturnos.

Cuando acaba suelta una blasfemia, manda formar a la tropa de unos quince y esbozando un grotesco paso marcial enfilan por otra calle a la derecha de donde nos encontramos. 
Se alejan, vuelvo a tragar el asqueroso aire con alivio, seguimos nuestra penosa marcha.

Mi compañero me anima, me sujeta, no desea verme morir pues tendría que seguir su marcha hacia el norte solo, y no desea hacer tal cosa.

Conocidos de una sola noche y amigos ya para siempre unidos por la adversidad y el sufrimiento.

Andamos, tropezamos, sorteamos cuerpos y arboles putrefactos, seguimos caminando sin parar.

¿Cuanto tiempo?

Miles de horas, cientos, no,  solo cinco o seis y nos falta mucho camino aún para llegar a casa.






el gatufo

miércoles, 22 de octubre de 2014

ES UN SUEÑO





Está amaneciendo, la luz se percibe a través de la barrera de cuerpos y desperdicios.
He dormitado a ratos procurando no moverme, por mi cara corren infinidad de bichos o insectos que procuro ignorar.
Son inofensivos en sus picaduras pero transmiten infecciones o enfermedades que ya me da igual. No importa de que vamos a morir cuando es seguro que lo haremos, y si es rápido mucho mejor.

Estiro mis piernas y me giro para observar a mi compañero de noche.
Según le voy divisando mi rostro se frunce perplejo  al divisar un uniforme de soldado de lo mas cutre y sobado. Sucio y con machones oscuros que parecen de sangre seca.

¿He dormido con un soldado?. No lo puedo creer.
A su lado reposa un inmenso macuto lleno ¿de que? me pregunto. ¿Será su botín que no desea compartir con los otros?. No te muevas, no digas nada, espera a que despierte me digo.
Si hasta ahora no me ha liquidado será que no tiene intención de hacerlo, así que no le provoques con tus preguntas o acciones, estate quieto y hazte el dormido hasta que el despierte.

No tarda mucho en hacerlo, se estira, se incorpora y puedo apreciar que es un muchacho alto y fuerte. El traje le está justo y sus músculos resaltan en su piernas y brazos. Podría estrangularme en un suspiro, pienso, pero no lo ha hecho, ¿por que?.

Se inclina y me zarandea suavemente mencionando mi nombre con voz queda.
Abro los ojos y le miro en la cara. Es atractivo, guapo mas bien, y sonríe con amabilidad.

Vamos, va siendo hora de salir fuera de este infierno. El toque de queda ya no rige y podemos abandonar nuestro inmundo refugio.

Un momento Luis, le digo, ¿eres un soldado?. 
Comienza a reírse suave, primero, y luego su risa resuena franca y profunda en este asqueroso y tétrico lugar poniendo algo de humanidad en el.

Cuanto tiempo sin escuchar una risa, me conmueve escucharle y esbozo una tímida sonrisa con cara de bobo.

Ja,ja, se me olvida. Se me olvida que llevo un uniforme de soldado.
No, no lo soy, es una prenda que le quite a un soldado muerto por una turba de gente que se amotinó hace varios días.
Fue una escabechina, murieron cientos de amotinados, hombres, mujeres y niños además de varios soldados que fueron literalmente linchados por la muchedumbre.
El resto de soldados huyó despavorido abandonando algunas de sus  pertenencias para correr más deprisa.
 
Arramblé con todo lo que pude y lo fui metiendo en ese macuto que ves. Hay otros dos uniformes, y dos o tres recipientes de oxígeno con sus mascarillas que de momento guardo para cuando todo empeore.
Sigo respirando este inmundo aire hasta que no pueda más. 
Para entonces espero estar fuera de esta ciudad que se ha convertido en una pesadilla infernal.

Cruza por mi cabeza una idea disparatada respecto a este joven. 
Si, pienso, puede ser el acompañante ideal para Gloria y su hijito.
Seguro que no querrá cargar con la responsabilidad de conducir a una madre y su hijo por media España.

Por probar nada se pierde, pienso, y sin preámbulos le cuento el motivo de estar aquí, con el, de haber pasado una noche infernal buscando a alguien que pudiera acompañar a la muchacha y su hijo, resultando de mis esfuerzos un auténtico desastre.

Le veo pensativo, piensa y cavila durante un largo rato y prefiero no interrumpir esos pensamientos. El anzuelo con el cebo está lanzado, solo es cuestión de esperar y acechar si pica el pez.

El pez está picando, ha mordido el cebo y está presto a ser sacarlo del agua.
¿Como es ella?, me pregunta, ¿es joven?.

Es joven y muy guapa, le contesto, además de amable, cariñosa y muy dispuesta a colaborar. Por todo ello quiero que intente salir de aquí, salvarse ella y su hijo porque lo merecen.

¿Y si fuera yo?, me dice.

No tendrías que esperar para ver si está tu amigo, no pondrías más tu vida en peligro, y creo que tras pasar una noche terrible contigo te he tomado aprecio.
Además, añade, me pica la curiosidad de ver a esa joven tan guapa que has descrito. Debe de ser un cielo y hoy nos hace falta mucho ánimo para continuar. 
Una bella mujer y su hijo a los que salvar me dará mucha fuerza y ahincó para perseverar en mi viaje hacia el norte.

Quizás, igual que te ha pasado a ti, no pueda encontrar a mi familia con lo que seguiría hacia el norte de Europa con la bella muchacha y su pequeño.

¿Que opinas?

Opino que eres mi salvador, ya no tengo que buscar más, puedo regresar a casa bien acompañado y es justo lo que mas deseo en estos momentos.

No se hable más, me voy contigo y me alegro de hacerlo.

Salgamos y nos vamos mentalizando para lo peor. El viaje de vuelta va a ser muy difícil. 

Tranquilo, tranquilo, llevamos de todo. Incluidas algunas armas que espero no tener que utilizar.






continuará...




martes, 21 de octubre de 2014

EN EL TUNEL









Es noche cerrada, Luis duerme yo no, es imposible dormir a oscuras por completo, sumergido en unos hedores nauseabundos, con bichos que recorren mi cuerpo y que trato de apartar a manotazos.

Mis manos arden, húmedas de aplastar tantas sabandijas que prefiero no imaginar, y el olor que marea no se mitiga ni por un segundo.
Se escuchan gritos, ordenes, lamentos, carreras y finalmente algún alarido segado por un espeluznante barboteo y el golpe seco de un cuerpo que se derrumba.

Es imposible conciliar el sueño rodeado de semejante pesadilla, temiendo que en algún momento nos descubran agazapados y sumergidos entre la amalgama de cuerpos, objetos, alimañas, y otras criaturas que proliferan por doquier.





Si entran soldados nos haremos los muertos por lo que nos hemos embadurnado con todo tipo de desechos, sangre, polvo, suciedad y bichos aplastados contra nuestro cuerpo.

Tras horas de vigilia y de profundas arcadas,  mi mente vaga con recuerdos de niñez que nunca antes había rememorado. 
Imágenes de la España de los cuarenta inundan mis pensamientos y me recreo en ellas.

++++

Me crié en un mundo austero de posguerra donde carecíamos de todo.

España era un país pobre, hambriento, represivo, donde las libertades individuales o colectivas habían sido segadas o arrancadas de cuajo tras una larga guerra civil que enfrentó hermanos contra hermanos, vecinos, familias, amigos y acabó con mas de un millón de muertos en batalla y fuera de ella, asesinados, masacrados, enterrados anónima mente por ambos bandos en liza.

Una gran represión por parte de los vencedores, y la dictadura que se cobro decenas de miles de vidas.
No existía el derecho de huelga, reunión, asociación, ni por supuesto los partidos políticos.

La polícia "secreta", la secreta como se decía entonces, pedía la documentación en cualquier lugar, más aún cuando se viajaba en tren o autobús pues el control era exhaustivo y estricto.

La escasez era extrema, hasta el punto que se emitieron cartillas de racionamiento para los productos básicos acordes con el número de miembros de una misma familia.

Se iba a la tienda cuando llegaban noticias de que un producto  había llegado, aceite, patatas, azúcar, harina, sal, o cualquier otro suministro vital para subsistir.

La carne era artículo de lujo, escaso, y el pescado no entraba a ser considerado como alimento pues la flota pesquera había desaparecido.

Dos nenas y un varón que era el niño de la mamá, esa era mi familia de niño, y aunque no había demasiados mimos, y se pasara francamente mal, el pequeño era quien recibía más cariño.

Cambio mi postura, me duele todo y pienso en aquellos pequeños, yo mismo y mis dos hermanas, en la realidad de entonces que no influía en esos pequeños, no se enteraban de nada, vivían la vida que viven los críos siempre propicios a jugar y a hacer travesuras.

++++

Salgo de mi duermevela sobresaltado por una luz que hace retroceder las tinieblas que nos rodean. 
Alguien arrastra sus pies portando una linterna
y rebusca algo entre los muertos amontonados a la entrada del túnel, son varios y están moviendo los cuerpos, los arrastran, los registran, se escuchan palabrotas y gritos de júbilo cuando encuentran algo. 
Están rebuscando entre el montón de cadáveres y se entretienen en actos horrendos que trato de adivinar. 

Les arrancan los anillos de oro, cortan dedos o brazos, arrancan las cadenas del cuello, rebuscan entre las pertenencias esparcidas por el suelo y escuchamos maldiciones, gritos, juramentos, que duran casi media hora.
Oro, oro, es el metal preciado que van buscando cadáver tras cadáver, y no hay ningún escrúpulo para saquear a los muertos.

Luis está despierto, escucho su respiración, y aterrado como estoy no muevo un músculo de mi cuerpo, sigo petrificado y el espantoso dolor que siento no me hace tratar de acomodarme mejor, el terror me paraliza.

Es interminable, cuando acabará esta tortura me pregunto.
Se escuchan órdenes, y finalmente el resplandor se aleja con voces ahogadas que hablan del botín conseguido.




Luis está en guardia, le noto tenso pegado a mi, preparado para cualquier emergencia. 
No hablamos, solo un susurro para comentar, se han ido, e inmediatamente escucho el sonido acompasado de su respiración. 
Es increíble su facilidad para conciliar el sueño. En un segundo pasa de la vigilia al sueño, maravillosa juventud la suya que se adapta a todo.

Sin darme cuenta vuelvo a recordar mis años de niño en una España postrada por las consecuencias de la guerra civil.

- - - -

Se pasaba hambre de cualquier forma, con guerra, la segunda mundial, y después de ella. 

Mucho peor cuando acabó la guerra en Europa, según me contaron después, pues España quedó aislada con un bloqueo internacional por haber apoyado tácitamente a los perdedores, las fuerzas alemanas y a su sangriento dictador.


No obstante para mis hermanas y yo mismo,  la vida parecía grata, eramos niños al fin y al cabo y no conocíamos otra cosa, en casa no había casi de nada, no había teléfono, ni lavadora, tampoco nevera, ningún otro electrodoméstico que ayudara en las faenas domésticas. 

Una radio de segunda mano, unos cuantos libros heredados de nuestro abuelo y nada más. 
Algún tebeo viejo y sobado, y pipas de calabaza para matar el hambre permanente.

Pasábamos mucho frío, y nos asfixiábamos en verano, igual que todos, si queríamos refrescarnos teníamos el botijo y la fuente pública frente a nuestra calle.
Se dormía la siesta en verano y a jugar por la tarde. 

La calle era nuestra escuela.

Vivíamos a las afueras de Madrid, en el barrio de Tetuan de las Victorias, y eramos unos privilegiados en relación con nuestros vecinos, mi padre trabajaba todo el día con dos empleos de oficina.

+++

Voy cayendo en un reconfortante sueño y los recuerdos de mi niñez se quedan atrás.
De alguna disparatada forma la escasez y miseria de ahora me trae a la memoria otra época de escaseces vivida hace muchos años.








continuara.....