Nota: Estoy leyendo un libro "Los Años del Miedo" de Juan Eslava Galán, y alucino con el.
Describe con maestria y humor esto que yo mísmo viví y el tan bién relata, desearía poder escribirlo igual que este genial autor. Gracias Sr. Eslava me encanta leer una época que recuerdo tan bién.
AÑO 1943
¿Cuantas victimas inocentes a lo largo del año 1943?. Incontables, por cientos de miles o por millones.
La segunda guerra europea continua, el exterminio de población civil,
judíos, polacos, gitanos y disidentes al nazismo sigue implacable en
cientos de campos de concentración y ciudades.
Nadie está a salvo de los bombardeos, fusilamientos o redadas.
En los frentes los soldados caen sin misericordia aniquilados
por propios hermanos convertidos en enemigos irreconciliables y
la penosa historia del hombre vuelve a repetirse una y otra vez en
cualquier lugar del mundo.
No obstante nuevas vidas llegan a este universo atormentado, sumido
en una guerra devastadora que dejará decenas de millones de muertos.
Un crio nace en Madrid tercero de los hijos de Paquita y Emiliano.
El matrimonio ha llegado a la capital en busca de una mejor vida para ellos y su descendencia.
Pareciera imposible que aquí en una ciudad que ha salido de una
guerra civil hace cuatro años pueda esperarse cualquier clase de futuro,
y costará mucho esfuerzo encontrarlo.
Paseo de la Delicias en Madrid, Noviembre, hace un frio de espanto y
el pequeño Emiliano abre su boca y profiere sus primeros lloros.
Será un niño tranquilo, buenazo y comilón, aunque no hay demasiado alimento para llenar su interminable apetito.
Estará mamando muchos meses y su madre echará el resto para que no le falte leche abundante con que alimentarle.
El no recordará nada de sus primeros años en el bajo de un edificio
en Paseo de las Delicias, vetusto, de varios pisos con ascensor al que
su madre trata de cuidar y limpiar pues ocupa su tiempo como portera del
inmueble.
El sueldo es miserable pero al menos ocupan la vivienda sin pagar ningún alquiler y eso es suficiente por el momento.
No pasará mucho tiempo en que semejante trabajo crispe los nervios de
Paquita y le comente a su marido que desea cambiar de vivienda y
ocuparse de sus tres hijos.
Cuando el pequeño va a cumplir los cuatro años agarran sus bártulos,
los pocos muebles, colchones, ropas y utensilios de cocina y atravesando
medio Madrid se establecen en su nuevo domicilio a las afueras de la
capital, en el barrio de Tetuán de las Victorias que todavía no
pertenece al municipio de Madrid.
Será muy pronto que engrose los distritos de la Capital, aunque las
costumbres y fiestas del barrio continuarán por mucho tiempo al margen
de las propias de la gran ciudad.
Tetuán y Vallecas constituyen los dos extrarradios supuestamente mas
conflictivos de la capital de España, pero eso nuestro pequeño
protagonista no lo sabe, el está encantado con el traslado, con el viaje
encima de una destartalada camioneta desde la que va divisando la
interminable sucesión de calles de un Madrid de postguerra, sumido en el
hambre, el frío y la desesperanza.
Es el año 1947 la segunda guerra europea ha concluido en Mayo de 1945 con la rendición de Alemania.
El hambre y el bloqueo mundial comienza para una España cuyo gobierno
dictatorial se equivocó de aliado escogiendo al Tercer
Reich, consecuencia de lo cual le harán pagar un alto precio mediante
bloqueo, aislamiento y falta de ayudas de cualquier índole.
¿Y que le importará al Régimen que eso suceda?. Nada en absoluto mientras se perpetúe a lo largo de decenas de años.
Organismos Internacionales que fueron creados tras la Segunda Guerra
Mundial fueron vetados para la España de los cuarenta y sería en Agosto
del cincuenta cuando fue aceptada la candidatura española para formar
parte de ONU gracias a las gestiones de los EE.UU. y algunos países de
Latinoamérica.
Los embajadores habían sido retirados de la España de postguerra,
ningún país quería tener nada que ver con un gobierno fascista que había
apoyado a Hitler y Mussolini.
Los españolitos de entonces pagaron muy caro las veleidades de un gobierno alineado a las ideas del Nacional Socialismo.
Pero todo esto ni importaba ni se sabía por una población atemorizada y precavida tras sufrir una guerra civil.
La necesidad básica era comer, encontrar un trabajo, sobrevivir hasta
fin de mes y jugar a la lotería buscando la gracia de un premio gordo.
Nada es nuevo y esa situación sería revivida sesenta y cinco años
después con la mal llamada Crisis con la que algunos se han hecho
inmensamente ricos y cientos de miles han perdido su empleo, su casa,
sus ahorros y sus ilusiones.
El crio recién llegado a Tetuán empezó muy pequeño a acudir a la
escuela, estaba frente a la casa, y de este modo la madre no tenía que
ocuparse de criar tanto pequeño a su alrededor.
No era la típica ama de casa al uso, no encajaba con las labores
atribuidas a las mujeres de entonces, y a las de ahora, el criado de
unos pequeños chillones, y la convivencia con un marido que todo el día
trabajaba y acudía de noche cansado y con no demasiadas ganas de
problemas añadidos.
Las regañinas, azotes en el trasero, y algún bofetón de vez en cuando
eran la medicina habitual administrada a los pequeños de entonces.
No había problemas de malos tratos porque no se consideraban como
tales los palos suministrados por padres, maestros y demás educadores.
El pequeño estaba feliz yendo a la escuela de enfrente y aprendiendo
precoz a leer, las cuatro reglas y algún sencillo problema de
aritmética.
Algo de Geografía, poquito sobre Ciencias y ya era mucho más que suficiente.
Con seis o siete años leía de corrido, dividía por dos cifras y era
un crio tranquilo agarrado a la mano del profe cada vez que salía al
recreo.
Pronto se le acabaría este tipo de vida pues sin saber como o por que
se vio enrolado para asistir a otra institución docente que no le
gustaría en absoluto.
ESCUELAS DE POSGUERRA
Los recursos familiares eran muy limitados en los cuarenta y principios de los cincuenta.
No había suficiente dinero para pagar un colegio privado y al chaval lo inscribieron en un colegio público del barrio.
"Torres Garrido" era el nombre del instituto, cuyo aspecto
exterior era pulcro, clases luminosas atestadas de críos del mismo
sexo, varones, y un gran patio para jugar en los recreos.
La calefacción era inexistente por lo que nunca se sabía si el
frio era mayor dentro de las aulas o fuera en el patio. Desde luego los
chicos estaban mejor en el recreo por mucho frio que hiciera.
Corrían, jugaban a la pelota, se peleaban con la supervisión de
algún maestro que evitaba los puñetazos o patadas administrados con
saña, mas que peleas eran agarradas sembradas eso si de insultos o
gestos despreciativos hacia los componentes de las distintas pandas.
Aprender no se aprendía nada, nada en absoluto, el profesor
escribía una frase en la pizarra y les decía a los cuarenta o cincuenta
chicos que la copiaran en su cuaderno y la repitieran una y otra vez
durante una o dos horas. Luego borraba la frase, escribía otra y vuelta a
empezar.
No había explicaciones de ninguna índole, ni repaso de
aritmética, lo más tres o cuatro operaciones sencillas escritas en la
pizarra y a copiarlas y resolverlas en los respectivos cuadernos.
Tras dos horas de clase otra hora de recreo, bocadillo si es que
lo habían traído de casa, y de nuevo en la clase algún chiquillo que
salía y leía algo de lo que había escrito.
No se pagaba nada por asistir al instituto pero en la práctica
pedían una pequeña cantidad mensual que iría a los bolsillos del
director o profesores justificando ese importe como horas de refuerzo en
el estudio.
El resultado de todo se tradujo en que el pequeño fue olvidando
lo que había aprendido en la anterior escuela de frente de su casa.
Olvido multiplicar, dividir, e incluso las pequeñas nociones de
geografía o ciencias que había recibido de su querido maestro José Luís.
A Emilianito su padre o su madre le preguntaban; ¿Qué hacéis en
el colegio?; Y el se encogía de hombros sin saber que decir, al final
confesaba, escribir y leer, con lo cual no había posibilidad de
entendimiento y las preguntas o respuestas se repetían una y otra vez.
¿Pero que hacéis en la clase?, le preguntaban, y el optaba ya
por no responder, se encogía de hombros, fruncía el gesto y eso era
todo.
Este chico parece tonto, era la respuesta a su mutismo, y como
signo de protesta para el instituto público dejaron de darle la
asignación que solicitaban por las clases de enseñanza extra.
Con esa actitud paterna comenzó otro calvario para el pobre
chaval, cuando el director del lugar de enseñanza le solicitaba una y
otra vez el importe mensual de las inexistentes clases de refuerzo.
¡Arribas¡, decía, debes ya dos meses. Diles a tus padres que te
den el importe, 25 pesetas, de la correspondiente mensualidad y ten en
cuenta que se acumulan dos cuotas.
Dos, tres, cuatro y seguir sumando ya que al reclamar el crio
los importes a su madre esta le respondía que no, no iba a pagar unas
clases que no servían para nada.
¡Tus buenos bocadillos te metes¡, le decía el director, por
falta de dinero no es, solo hay que ver las barras de pan que te comes
cargadas de sardinas en aceite.
Dile a tus padres que así no puedes seguir, ya debes cinco meses
y en cualquier momento estarás en la calle sin colegio y sin enseñanza.
Esto no iba a suceder, todo era un gran timo con el que los
profesores mal pagados por la dictadura, trataban de compensar sus
sueldos de miseria a costa de las miserias ajenas.
Un calvario para el chaval que gestaba en su interior un fondo
de rebeldía hacia algo que no podía comprender. Por que no pagaban, por
que el tenía que enfrentar esa situación, a que tantas preguntas, el que
culpa tenía de todo ello.
Su insatisfacción se concretaba en no hacer nada durante las
clases, cambiaba cromos, enseñaba boliches nuevos, hablaba con sus
compañeros, se tiraban pelotillas de papel unos chicos a otros.
Eso si, el rezo puestos en pie delante del crucifijo, la canción
patriótica del Cara al Sol.....con la camisa nueva, no faltaban
teniendo frente a ellos colgadas de la pared las efigies de Franco y
José Antonio, marrones, descoloridas, con caras de pocos amigos
mirándoles con severidad.
Jose Antonio a la izquierda, el crucifijo en medio y Franco a la
derecha, como es natural, fueron unas imágenes que acompañaron a
cientos de miles de niños y niñas de la posguerra.
Los dos retratos se equiparaban a Jesucristo, algo que fue
creando un poso de rebeldía y falta de fe a todo lo que representara,
iglesia, fe, crucifijo, fascismo, dictadura, falange y demás historias
representadas en esos tres símbolos de la posguerra.
LOS JESUITAS Madrid 1952
Plaza de Castilla, Madrid, años cuarenta y cincuenta.
La
actual Plaza de Castilla en Madrid, era llamada coloquialmente "Hotel
del Negro" cuando Emilianito transitaba por sus alrededores.
Y el motivo era un enigma para el.
¿Hotel del Negro?, donde está el hotel, que es un hotel, se decía el
pequeño, y el ¿Negro?. Quien sería el negro.
(Madrid, Plaza de Castilla hoy)
Si preguntaba por estas cuestiones
el mutismo era absoluto. Con lo que sería mucho mas tarde, empezando a
ser adolescente, cuando sus preguntas se vieron respondidas por los
chicos de la calle.
El Hotel del Negro era una "casa de putas" durante la República, y el negro era quien lo dirigía.
¿Casa de Putas?, y eso que es, preguntó el muchacho. Jo, pareces tonto chaval, ¿no sabes lo que es eso?.
Así, lentamente y con nueve años comenzó el crio a saber los enigmas del sexo.
Hasta ese momento niños y niñas
seguían jugando juntos y revueltos, sin prejuicios de ningún orden, no
obstante muy pronto algunas niñas dejarían de bajar a la calle a
mezclarse con los muchachos y formarían sus grupitos a parte con otras
niñas de su edad.
Con ocho años al chaval lo habían
sacado del instituto "Torres Garrido" y lo habían inscrito en un nuevo
colegio, esta vez de Frailes Jesuitas que había en el barrio de
Chamartín de la Rosa.
Lo de "La Rosa" nadie sabia el por
que, posteriormente desapareció "La Rosa" y quedó solo "Chamartín" para
la posteridad o el momento actual.
(Madrid, la Castellana, años cuarenta y cincuenta)
(Madrid, Paseo de la Castellana, hoy)
Con un frio helador, en invierno.
empleaba media hora de larga caminata subiendo Bravo Murillo,
atravesando "El Hotel del Negro" o Plaza de Castilla, y bajando por
Mateo Inurría hasta el colegio-convento de los Jesuitas.
A las ocho y media cerraban la verja de entrada al recinto y nadie entraba en su interior.
Con cuatro, si cuatro, faltas no
justificadas el chico era expulsado del colegio de inmediato por faltas
de puntualidad o novillos.
El temor a ser expulsado era
permanente pues se creía que este colegio tenía que ser muy bueno al ser
regentado y propiedad de "los Frailes Jesuitas", nada mas lejos de la
realidad pues para el muchacho, y sus compañeros, fue una fuente de
sinsabores y torturas administradas sabia y ladinamente por sus
maestros, seglares, y su director padre jesuita imbuido de un rígido
espíritu de rectitud y disciplina.
Que alegría para sus progenitores,
el chico va a un colegio de curas, allí le enseñaran bien todas las
materias y lo educarán adecuadamente.
Y no es caro, que va, poco más de
lo que reclamaban en el anterior instituto "Torres Garrido" donde olvidó
todo lo que ya sabía, comentaban entre ellos.
A sus hijas las habían sacado de
un colegio de monjas, "Las Adoratrices", ubicado cerca de la casa en la
que vivían, por el mismo motivo que al chico. No aprendían nada en
absoluto, se pasaban el día rezando, tenían que ir muy limpias, el pelo
recogido y un uniforme impoluto.
En una ocasión en la que a
Paquita, la madre, no le dio tiempo a recogerles el pelo adecuadamente,
las monjas pasearon a las dos hermanas por todas las clases indicando la
forma en la que NO había que acudir al colegio-convento. Luego las
mandaron a casa para que su madre las peinara convenientemente.
Ya no volvieron a semejante lugar, convento de "brujas", según la madre.
De inmediato hubo que buscarles un
nuevo colegio, esta vez privado y de pago, donde finalmente comenzaron a
aprender algo de provecho.
Pronto con nueve para diez años
empezaron a estudiar lo que entonces llamaba "bachillerato" y durante
cinco años o más estuvieron sometidas a la disciplina de un colegio
privado seglar.
Muy caro para los bolsillos de la
mayoría, y protesta continua para Paquita su madre, que mensualmente
tendría que apartar una sabrosa cantidad de pesetas para el estudio de
las dos muchacha.
Nuestra Señora del Recuerdo. "Los Jesuitas" Madrid
Emilianito sería menos gravoso,
empezó su bachillerato con ocho para nueve y la mensualidad que
pagaba era mucho menor que la satisfecha por sus hermanas.
SIN QUEJAS ´POSGUERRA
Temor
es lo que siente este crio de ocho años cuando vuelve a cambiar de
colegio y ahora tiene que ir a uno regentado por Jesuitas.
Hora de entrada ocho y media, a esa hora se cierra la verja.
Distancia a recorrer treinta o cuarenta minutos, al paso de un chico de ocho años.
Hora para levantarse siete y cuarto de la mañana.
Emiliano piensa que tiene que hacer ese recorrido llueva o nieve, con frio o calor, y por supuesto lo hará solo.
Nada puede hacer para evitar ese
desafío. El colegio al que va ha sido un desastre y sus padres piensan
que la mejor opción es este colegio de Jesuitas, llamado "Nuestra Señora
del Recuerdo" que está situado en Chamartín, una zona aneja a Madrid
que pronto será un nuevo distrito de la gran ciudad.
Ocho años y un recorrido de
cuarenta minutos, noche cerrada en invierno, frio, lluvia, y a un nuevo
colegio en el que desconoce a sus compañeros y profesores.
La amenaza es tener mas de cuatro faltas de asistencia y ser expulsado de inmediato.
De nada sirve quejarse, no hay quejas válidas en el Madrid de los años cincuenta.
Es Octubre de 1952 y este crio de
ocho años comienza el recorrido que le conducirá a pasar cinco años,
medio interno, en un colegio que le marcará de por vida.
Es indudable que un colegio
interno, o medio interno, a una edad temprana señala para siempre a los
niños y niñas que acuden a el sin ninguna defensa, a merced de sus
educadores, buenos o malos, templados o violentos, cultos o iletrados.
Y no hay queja posible,
privilegiados de poder acudir a un colegio donde se les enseña, o donde
se les educa que esto último puede ser mas importante.
¿Educar, en que consiste esa educación?.
Una pregunta interesante y complicada.
Depende del momento, del lugar, de
las costumbres, de la religión imperante, del sistema de gobierno, de
los derechos reconocidos o no hacia la infancia.
En la España del año 1952 la
costumbre era patriarcal, la religión era Cristiana Apostólica y Romana
sustentada por un Estado confesional, el sistema de gobierno era una
dictadura, y los derechos de los niños no existían.
¿Que podía sentir un crio de ocho años de una situación semejante?.
Miedo, pavor ante lo desconocido,
prevención ante sus nuevos compañeros de todas las edades rejuntados en
un patio enorme donde se les soltaba media hora por la maña y otra media
por la tarde.
Con frio o con calor el patio era
obligado, nadie permanecía dentro de la clase y un maestro vigilaba que
no hubiera declarados abusos de los mayores hacia los pequeños.
Pero los había.
En dos turnos diferenciados se
juntaban niños, varones, desde los ocho años hasta los once.
Posteriormente salía el segundo turno con muchachos de doce hasta los
catorce o quince años de edad.
Los mayores abusaban de los pequeños de todas las formas zafias y soterradas imaginables.
Empujones, insultos, amenazas, chantajes, eran habituales, que no palizas pues el profe vigilaba las agresiones descaradas.
Con esta perspectiva educacional
comienzan las clases, o el calvario, que Emiliano tendrá que recorrer a
una muy temprana edad de su vida.
Solo, indefenso, minúsculo, en un entorno hostil y severo que marcará su vida para siempre.
UN DIA CUALQUIERA
El invierno de 1952 iba a ser duro
para el pequeño Emiliano. Cumpliría 9 años en noviembre y para esas
fechas el frío de la meseta se dejaba notar en mañanas gélidas y
mediodías templados.
No tengo frio, piensa el, como es posible que digan siempre lo mismo.
Que frío hace, repiten estos mayores, y yo me pregunto, ¿es que no se enteran de que en invierno hace frío y en verano calor?.
Anda lo mas rápido que puede, lleva la mente en blanco pues no sabe lo que le espera.
¿Para que preocuparse?. Peor que estaba en el Torres Garrido no voy a estar aquí.
Espero pagar todos los meses y que no me tengan que hablar de los bocadillos que me como al desayuno.
Que pesado era ese señor repitiendo una y otra vez siempre lo mismo.
¿No se cansaría?
Y mamá me seguirá preguntando ¿Qué hacemos en el cole?. Espero que ya no, dicen que es bueno, veremos.
Con estos pensamientos el chaval
atravesaba la gran plaza descampada a la que llamarían Plaza de Castilla
y por la que el viento no paraba de soplar.
La Sierra de Guadarrama
blanqueadas sus cumbres por las primeras nieves lanza puntazos de
oxígeno que purifican la atmosfera de la gran ciudad.
También hace sentir el viento
helado que acompaña a las mañanas de un Madrid aterido, sin leña ni
carbón para atenuar el frío crónico de sus habitantes.
El crío no es uno de ellos, rebosa
de energía hasta el punto de que nunca lleva abrigo, un jersey grueso,
una bufanda y guantes de lana confeccionados por su madre, y a veces una
chaqueta arreglada para el de su padre que suele llevar con desgana.
Es alto para su edad y comienza a
llevar prendas adaptadas de su padre. No le gustan, preferiría llevar
algo suyo, propio, comprado expresamente para el, pero no hay dinero
para semejantes lujos y debe conformarse a regañadientes con las prendas
de uniforme que a su padre le suministra el Banco Hispano por su puesto
de ordenanza.
Maravilloso, piensa el, se van a
partir de risa lo críos cuando me vean de semejante facha. Una chaqueta
de uniforme que se ve perfectamente es de mi padre.
En cuanto pueda me la quito, pero ¿donde la guardo?, si la pierdo mi madre me mata.
Ha llegado a las verjas del
colegio con diez minutos de margen. Entra y comienza a examinar a los
chicos que van llegando. No sabe donde está su clase, tendrá que
preguntarlo.
El barullo es impresionante, sale un profe y grita, todos al patio, rápido, ¿Qué hacéis aquí dentro?.
Formar filas de a tres por curso,
los de primer año a la derecha, a su izquierda en fila los de segundo, y
así sucesivamente hasta los de cuarto grado.
Quiero ver cinco filas perfectamente alineadas de menor altura a mayor, así os veo a todos, el que se mueva va a cobrar por ser el primer día de clase.
Atropelladamente y a empujones los chicos van saliendo a un enorme patio que hay en la trasera del edificio.
Desde el se ven campos sembrados,
huertos y al fondo a la derecha se erigen las torres del convento de los
Frailes Jesuitas que pasados unos años sería derruido, nadie sabe la
razón aunque seguramente sería pura especulación al revalorizarse
exponencialmente los terrenos circundantes.
Se van formando las filas mal estructuradas las de primero pues los chavales están asustados.
Las otras perfectamente sincronizadas sirven de ejemplo para los recién llegados.
Emiliano está al final de su fila,
es muy alto para la media de estatura y aparenta mayor edad de la que
realmente tiene. Tendrá problemas por ello, aunque eso será en su
próximo futuro.
Para
la sociedad generada por la dictadura de Franco en los cuarenta,
cincuenta e incluso sesenta, todo aparenta ser claro y verdadero.
Las ideas son escuetas e inamovibles.
Las madres solteras son chicas o
mujeres descarriadas que son apartadas de la sociedad. Son fruto de
cotilleos o comidillas cuando no son directamente expulsadas de casa de
sus padres por ser una vergüenza para la familia.
La homosexualidad es una aberración que no tiene cabida en las costumbres cristianas o morales del Estado.
A veces es perseguida, denunciada y
finalmente condenada con cárcel o palizas sabiamente administradas por
la brigada político social.
Cualquier opinión o idea que se
aparte de la doctrina cristiana o del glorioso Movimiento Nacional del
treinta y seis, es prohibida y perseguida con saña.
Los partidos políticos están prohibidos y sancionados sus miembros.
TODO ESTA PROHIBIDO
España sufre una conspiración
Judeo-Masónica inspirada por las fuerzas extranjeras enemigas de nuestro
glorioso pasado y prometedor futuro.
Chicas a un lado, chicos a otro.
Perfectamente diferenciados y separados los sexos en escuelas, recintos
sociales e incluso en algunos actos lúdicos celebrados en pequeñas
ciudades de España.
Carnavales prohibidos por decreto.
Cesura en todos los medios, cine, radio, prensa y cualquier otro boletín informativo.
El sexo está prohibido por
decreto. No existe. Chicos, Chicas, Mujeres y Hombres son seres
asexuados que solo sirven para procrear y dar españolitos a la Nación.
El pecado existe en cualquier
sitio, permaneced siempre alerta recomiendan en pequeños panfletos
repartidos en diócesis y organismos sociales.
Se prohíben bailes agarrados, besos, tocamientos impuros, revistas extranjeras y todo símbolo explicito de lubricidad.
Diferencia de derechos y obligaciones entre ambos sexos.
La mujer es madre, compañera y esposa, nada más. Mejor en casa que fuera del hogar.
Chicas que deberán aprender
cocina, costura, bordado y prestaran parte de su tiempo en el Servicio
Social Obligatorio si alguna vez desean trabajar fuera de sus casas.
Chicos que aprendan a jugar al
futbol, balón mano o balón cesto a lo sumo. Servicio militar obligatorio
y cartilla militar durante diez, quince o veinte años.
En Semana Santa se prohíben
cualquier clase de espectáculo o divertimento no religioso. Música
clásica en las ondas, teatros cerrados, cines con la Pasión de Cristo o
peliculas de Romanos, y visitas a las Iglesias haciendo las Estaciones.
Procesiones, Rosarios, Vigilias, propiciadas y retransmitidas para toda la Nación.
Futbol, Pan, y Toros, esa es y será la norma por años.
La lista es interminable como corresponde a una dictadura férrea que se precie.
Dictadura de derechas, copiada en muchas de sus normas y maneras a las de izquierdas, salvo en lo que a la Religión se refiere.
Y la sociedad temerosa del pasado
calla y acepta, en apariencia, mientas sotto voce se cuentan chistes a
costa de Franco, su esposa, el gobierno y los curas.
La España de charanga y pandereta mencionada por Machado que siempre será la misma.
COLEGIO
Ya formados esperan callados, algo va a suceder piensa Emiliano, pero la espera se le hace muy larga.
Medio dormido, con frío, quieto, casi tirita y está asustado de verse en ese mundo desconocido para el.
¿Cuánto tiempo ha pasado?, no lo sabe, de repente ve aparecer una
figura de negro, delgada, espectral casi pues no conserva ni un solo
pelo en su cráneo cerúleo que brilla en la tenue luz de la mañana.
Les da la bienvenida, enumera una serie de reglas en una interminable
lista que pareciera no tener fin. Las sanciones para el incumplimiento
de esas reglas parece ser siempre la misma. La expulsión inmediata del
colegio sin opciones de perdón.
El crio está apabullado, igual que todos los pequeños compañeros que forman delante de el.
Parecen pequeños reclutas a los que ya han gritado "descansen" pues
aunque mas relajados sin estar "firmes" siguen sin descansar en
absoluto.
Las primeras filas de su grupo se están moviendo y el mismo comienza a desfilar camino del recinto. ¿Dónde vamos ahora?, se pregunta.
Enseguida lo verá, entran en un gran espacio que parece un salón de
actos o una capilla, pues al frente hay un altar con una figura de
Cristo crucificado.
Los pequeños ocupan las primeras filas, y pronto todos van
colocándose por orden, de primer curso hasta el último en un absoluto
silencio.
Cuando están todos dentro empieza a escucharse un murmullo que poco a
poco va a más cuando los de atrás empiezan a saludarse, y los pequeños
miran a ambos lados e intercambian nombres con los compañeros de al
lado.
¡ SILENCIO¡ se escucha de repente.
ESTAMOS EN LA CASA DE DIOS, añade a continuación la figura de negro,
de pie, frente al altar mirando a todos y cada uno de los muchachos.
Los taladra con sus ojos azules, fijos en cada uno de ellos, y el
silencio se extiende de inmediato como si una gran mancha de aceite
inundara el recinto asfixiándoles sin poder respirar.
Este cura es aterrador, piensa el crio, y retira su mirada con prontitud pues no se atreve ya a mirar al frente.
Desaparece la figura de negro y enseguida vuelve a colocarse frente
al altar, despaldas de ellos afortunadamente, vestido con las ropas
apropiadas para decir misa.
Comienza el Oficio, largo, perpetuo, en el que los ojos se cierran
inadvertidamente hasta que algún chaval es despertado con un sonoro
sopapo propinado por uno de los proferos, calvo y con bigote, que cuida
de la silenciosa manada.
Llega la comunión y los chavales comienzan a desfilar por orden,
desde los primeros bancos hacia los de atrás, fila tras fila se
dirigen al altar donde formando una hilera de frente esperan a recibir
la Sagrada Forma.
Un crio comulga, por orden, de izquierda a derecha en la hilera
arrodillada primero y en sentido inverso después. Con la Sagrada
Eucaristía en su boca, se incorpora, abandona la hilera paralela al
altar y de inmediato otro ocupa su sitio.
El proceso se hace con rapidez, no obstante al ser solo un sacerdote
quien administra la comunión, el tiempo pasa con lentitud y al menos
durante diez minutos se prolonga el desfile de niños rígidos,
silenciosos, que se arrodillan y posteriormente se incorporan con la
pequeña Hostia dentro de sus respectivas bocas.
Emiliano no ha se ha confesado, y permanece en su sitio casi solo y
avergonzado por no acompañar a sus compañeros. La gran mayoría si ha
abandonado sus asientos y se han dirigido hacia el altar, al frente
esperan su turno y tardarán en regresar haciendo la soledad del crio
mucho mas notoria.
Está solo, avergonzado, indefenso, piensa que todas las miradas se
clavan en el y al menos una si le examina detenidamente mientras va
depositando el Cuerpo de Cristo dentro de las pequeñas bocas de los
chicos que de rodillas esperan su turno, algunos con la lengua fuera
igual que perrillos felices que van a recibir su premio.
Empiezas bien, piensa el chico, lo primero que tienes que hacer será
confesarte a la primera ocasión que tengas, pero con quien, con esa
figura oscura que te ha clavado en el banco con su fija mirada.
Pues que remedio, asiente en su interior, no veo ninguna otra forma oscura.
OPIO DEL PUEBLO
Futbol, toros, cine y mas futbol era el opio del pueblo en la España de los cincuenta.
Cualquier evento, convocatoria o manifestación eran abortadas a
base de retransmitir por la televisión un partido, una corrida de toros o
una buena película previamente censurada, doblada e incluso con los
diálogos cambiados si fueran política o religiosa mente incorrectos o
inapropiados.
El 1 de mayo, fiesta del trabajo, se había convertido en el día
de San José Obrero, cualquier manifestación sindical era perseguida
primero por que no existían los sindicatos de clase, eran los del
movimiento, segundo a base de espectáculos deportivos o taurinos
retransmitidos, y en tercer lugar a pasa de Policía Armada, a caballo en
ocasiones, que se ocupaba de reprimir a base de porra cualquier reunión
o manifestación no autorizada por el régimen.
Lentamente "el opio del pueblo" había dejado de ser la religión
para convertirse en "Televisión Española" que a base de futbol ,
corridas, festejos y festivales, todo ello retransmitido, había
reemplazado a otros medios menos visuales.
Programas, series, concursos, y actuaciones en playback, todo
era valido para combatir cualquier desviación de la ideología oficial.
Prohibido pensar, opinar, manifestarse, reunirse en grupos de más de seis o siete.
Ley de vagos y maleantes a todo aquel que no tuviera un trabajo
definido, una mentalidad al uso, social y religiosa, cristiana, ausente
de ideologías políticas o reivindicativas de
cualquier orden y tratara de vivir sin seguir las normas de convivencia del régimen.
CANCIONES DE POSGUERRA
La clase es grande, bien cuidada, no hay borrones de tinta sobre los bancos y todo aparenta limpio y ordenado.
La luz pasa libre a través de los cristales de grandes ventanas y el ambiente resulta cálido con el sol de otoño.
Emiliano tiene un crio de su edad sentado a su lado, los pupitres son de dos, no corridos y ya se han presentado.
Me llamo Domingo ha dicho el muchacho, ¿y tu como te llamas?.
Emiliano, respondo y le miro a los ojos directo.
Siempre hago igual miro los ojos de la gente, es la forma de tratar
de adivinar sus pensamientos, por los movimientos de sus párpados, su
pupila que puede agrandarse o volverse pequeña, se si dice verdad o no.
También las manos son muy esclarecedoras, y he observado que las de
la figura negra no se mueven. Suele tener sus dedos entre cruzados sobre
su estomago y evita cualquier tipo de movimiento.
Es muy astuto, creo, y es seguro que voy a tener tiempo de comprobarlo.
Sucede también que si conozco bien a la persona que miro fijo a
sus ojos, suelo saber lo que está pensando, si ha ocurrido algo, y si
hay hostilidad o agrado en su mirada.
A mi madre, que tiene los ojos claros, siempre leo en ellos, estados
de ánimos, si ha tenido disgustos, si está alegre o triste, y con esos
datos en mi cabeza procedo con precaución a decirle o pedirle lo
necesario.
Tras observar bien a Domingo, por su mirada, el gesto tímido de su
boca, y sus manos a la defensiva, llego a la conclusión de que es un
buenazo.
He tenido suerte, pienso, seguro que vamos a ser buenos amigos.
Entra un profesor, nos ponemos en pie, rígidos, señala a un chico y le indica que rece.
Un padre nuestro, un Ave María, Gloria y tras ellos nos dice que cantemos.
Encima del pupitre hay una hoja con varias canciones, hoy cantar
leyendo pero para mañana quiero las letras aprendidas sin excusas, son
fáciles y muy instructivas.
Algunos comienzan a catar algo titulado "Cara a el Sol" sin tan
siquiera consultar la letra. Yo la leo, a la misma vez que Domingo, y
cantamos en voz baja.
Siento vergüenza de estar cantando algo que ni entiendo ni me gusta,
aunque tendré que aprender esa canción y otros dos que vienen a
continuación.
Una de ellas se titula "Prietas las Filas" y la otra "Isabel y
Fernando", pero que canciones mas extrañas y que situación tan absurda
cantarlas antes de empezar la clase.
No se ni lo que indican las letras aunque es muy probable que nos las expliquen luego.
Y así va a ser, el profe se presenta diciéndonos que aprenderemos una
asignatura que se llama "Formación del Espíritu Nacional" y yo sigo sin
entender nada.
Pienso que no voy a empezar en absoluto bien estas clases en el
colegio de los Jesuitas, y tengo para rato, si es que no me expulsan
antes.
BROMAS PESADAS
Es
un mundo hostil el que rodea al pequeño chaval que ve como su
espiritualidad infantil va desapareciendo a base de empujones, alguna
bofetada, malos modos y bromas de los compañeros mayores que el.
Tampoco los profesores se abstienen de sacudir a los chicos cuando les viene en gana.
No
es "el vive y deja vivir", no, se trata de ser el mas duro y rodearse
de compinches que ríen tus gracias y las bromas que gastas a los más
débiles y pequeños.
Suele ser la norma de los matones y de quienes son mas débiles que nadie.
Necesitan del grupo para sentirse poderosos y dejar aflorar su insegura agresividad.
Emiliano está en desventaja, es pequeño, no es agresivo, pero no es débil, nunca lo ha sido ni lo será en el futuro.
Poco
a poco su carácter se irá forjando en una dura capa exterior que va
rechazando las agresiones verbales a base de indiferencia y no seguir la
norma establecida.
Aislamiento,
pasar desapercibido, confundirse con el paisaje, esa es su táctica y le
dará buenos resultados cuando ha sufrido bromas pesadas y algún
empellón.
Al cabo de unas semanas, sin darse cuenta, ha encontrado un amigo.
Es mayor que el, año y medio más, lo bueno será que vive en la misma calle que el chaval.
Nunca antes se habían encontrado posiblemente porque es nuevo en el barrio.
En lo sucesivo este amigo será su escudo protector que le va a evitar gran parte de las bromas que le venían gastando.
Es mayor, es listo, ocupa las primeras filas de la clase e impone respeto por su irónica manera de ser.
Van a ser íntimos amigos durante muchos años, los mejores presagios se perfilan en el futuro de estos muchachos.
Amistad, camaradería y buenos ratos juntos hasta que pasen su adolescencia.
PUBERTAD Y SEXO
Adolescencia
y sexualidad, dos factores que multiplican por diez la sensibilidad de
los críos que se acercan a la pubertad y Emiliano no es la excepción.
Con nueve años todo lo relativo al sexo comienza a interesarle y aún no ha empezado a madurar.
Nunca el concepto de pecado había
sido significativo para el, ahora todo comienza a cambiar y cada vez se
siente mas indefenso ante las fuerzas de lo que entonces se consideraba
"el mal" es decir el "sexo solitario" perseguido y penado con las llamas
del infierno.
Las horribles y tremebundas
historias que se leían en misa o a la hora de comer todas trataban de lo
mismo, pecado y condenación, y el terror de morir en pecado por cometer
actos llamados "impuros" iba haciendo presa en el animo y espíritu de
los pequeños pre-adolescentes.
En voz baja comentaban sus
descubrimientos sexuales, que si hombres y mujeres hacían "eso", el
acto, y no solo una vez para encargar los niños. Lo hacían en muchas
ocasiones y era muy placentero.
¿Cómo lo hacían?
Pues ya sabes, hay que introducir
la "cosa" dentro de las mujeres y luego, bueno... luego nadie lo sabía
pues la experiencia era nula.
Que asco, comentaban algunos, "la cosa dentro de su cosa", ¿y eso puede gustar?.
Es seguro que gusta, comentaban
los mas mayores, pues cuando los novios se casan y van de "luna de miel"
están muy contentos y por eso se llama "de miel" por que tiene que ser
muy dulce practicar eso, el sexo.
Chismes y comentarios de esta índole corrían de boca en boca de los críos, sazonados con auto tocamientos de investigación
prematura.
¿La cosa dentro? y ¿como?, si es tan blandita y pequeña pensaban los pequeños.
Blandita y pequeña la tenéis ahora
que sois un críos pequeñajos, les decían los expertos o tempraneros, ya
veréis lo que pasa dentro de poco una vez que os manipuléis lo
suficiente.
¿Y eso como se hace?, preguntaban una y otra vez los de nueve o diez años a el menor descuido.
Pues eso, silencio, hay que manipular, tocar, mover la mano, y zas ocurre.
Con estas explicaciones el crio no se enteraba de nada y a el, de momento, estos temas le daban extrema vergüenza.
No le gustaba hablar de eso pues con dos hermanas en casa le daba pudor pensar en esas cuestiones de chicos y chicas.
En la calle jugaban todos juntos, chicos y chicas revueltos, aunque si había juegos exclusivos de muchachos y otros de chicas.
Por lo demás todos eran
considerados compañeros de juego y a veces las peleas o puñetazos se
repartían sin distinción de sexo alguno.
En el colegio todo era diferente,
al ser solo chicos las conversaciones maliciosas proliferaban por los
corrillos. Cuando se divisiva algún profe cerca, o el rector, se
cambiaba de inmediato el tono o la conversación y salía a relucir los
partidos de futbol, el Real Madrid, o cualquier otra cosa que sucediera
en ese momento.
En voz baja también hablaban de
los que habían expulsado por faltas a clase o por alguna otra
pequeña-gran falta castigada con la expulsión inmediata. Hablar en misa o
el rosario iba acumulando pequeñas faltas que una vez sumadas
constituían faltas severas.
A las cinco también se castigaba con la expulsión y no había recurso posible.
Se acercaban las Navidades del año
1952 que no cambiarían nada en la vida del pequeño muchacho que acababa
de cumplir los nueve años.
Inmaduro, inocente, indefenso
casi, pronto iría desarrollando un espíritu de superviviente que le
acompañaría durante toda su vida.
PECADOS Y REMORDIMIENTOS
Para el muchacho que vivía en los
cincuenta y despertaba a su sexualidad todo era pecado, pecado mortal, y
siempre era necesario ir confesar si deseaba recibir la Santa
Eucaristía. Había que contar detalladamente cuantas veces se habían
hecho tocamientos "impuros", en que pensaba o que deseos le incitaban a
semejantes actos, y todo esto a Emiliano le resultaba muy vergonzoso y
humillante.
No acaba de entender la maldad de
ciertos actos ni tampoco como podían estar castigados con las penas del
infierno. El fuego eterno pregonaban en las lecturas que se hacían en la
misa, con lo cual en cierta forma el y otros vivían oprimidos por la
culpa de claudicar a las necesidades de su pujante adolescencia.
Culpa por ceder a la tentación de
pensar y disfrutar con lo prohibido, no confesar que se había hecho, y
temor ante la posibilidad de morir en pecado mortal.
Vergüenza y pecados eran
compañeros cotidianos durante días hasta que en algún arranque de valor,
algún sábado por la mañana, se atrevía a confesar con algún fraile
desconocido del convento al que acudían cada semana.
En fila de a uno andaban el trayecto que separaba el edificio de las clases del convento jesuita de Chamartín.
Allí procedían a escuchar misa en
la gran capilla, confesar masivamente en una docena o mas de
confesonarios y acudir en largas filas posteriormente a la comunión.
Con el padre rector no deseaba
confesar, no quería que el temible fraile conociera sus intimidades, con
lo que un día y otro permanecía solo en el banco de la iglesia o
rodeado de otros muchachos que como el no acudían a recibir el Santo
Sacramento.
El Rector les taladraba con la mirada de sus ojos azul celeste que parecían decirles lo descontento que estaba con ellos.
Pecadores impenitentes,
arrepentíos de vuestros actos y pensamientos impuros, era la frase que
les enviaba con sus miradas, pero ni por esas Emiliano se movilizaba a
confesarse con el.
Así fueron pasando los primeros
meses y se decidió que el muchacho empezara el bachillerato a pesar de
no tener edad suficiente para ello.
Con nueve años recién cumplidos
comenzó a preparar lo que llamaban "ingreso" que solía prepararse a los
diez o mas y muy pronto se verían los malos resultados de adelantar sus
estudios y ir al ritmo de sus otros compañeros mayores que el.
El niño es listo y va adelantado,
no hay problema que empiece el bachillerato a una edad temprana, le
comentó el rector a los padres del crio, y así lo hicieron.
Quedaron de acuerdo en que el
régimen a seguir por el muchacho sería de medio interno, es decir
entrada a las ocho y media, almuerzo en el comedor del colegio y salida
por la tarde a las cinco si es que no estaba castigado el o la clase
entera con lo que la salida podía demorarse una o dos horas.
La disciplina dentro de las
clases, en la capilla o en el patio formados era estricta. No se
toleraban conversaciones, risas, ni tan siquiera malas posturas. Firmes,
descanso, silencio, rezo, más rezo, atención en la clase y al menor
desliz bofetada o reglazo en la mano, cuando no era de rodillas frente a
la pizarra o incluso "toda la clase de rodillas" y no había posible
reclamación o protesta.
La expulsión inmediata estaba siempre latente y nadie se atrevía a provocar una represalia semejante.
Se consideraba a la institución un
buen colegio, donde los chicos eran educados en la obediencia estricta,
las buenas costumbres de entonces, la religión, y la aceptación sumisa a
la autoridad siempre presente.
Capas y mas capas añadidas que
escondían en el fondo, insumisión, rebeldía, hartura, irreligiosidad, y
miedo a todo lo que fuera el castigo físico o a la muerte súbita en
pecado.
INVIERNOS DE LOS CINCUENTA
Cuanto frío pueden pasar unos críos en el crudo invierno de Madrid cuando no hay nada para calentarse.
El carbón era carísimo, las astillas para prender la lumbre
mojadas, y los recursos para las gentes que vivían en los cincuenta muy
limitados.
Carbón, era la pesadilla en el invierno, carbón que arda y caliente los huesos helados hasta los tuétanos.
No había con que calentarse, lo mejor salir a la calle y correr,
jugar al rescate, tu la llevas, el escondite a llamar a las puertas,
policías y ladrones, de esta forma se pasaban las horas sin pensar en el
frío, el hambre o las privaciones.
Chicos y chicas menores de once o doce años pasaban su tiempo
libre en la calle, saltando, chillando, jugando. El frio y el mal humor
quedaban encerrados en las casas donde las madres se lamentaban de la
escasez.
Dentro de las casas, salvo en la cocina, el frío era espantoso y los sabañones en los pies o manos era la norma general.
Como picaban y dolían por mucho que las madres se afanaran tejiendo jersey y calcetines de lana para marido e hijos.
Manos agrietadas del agua fría, costras que dolían cantidad y ninguna crema para aliviar las molestias.
Inviernos de Madrid años cuarenta y cincuenta, cuanto duraban,
interminables, cuando vendrá el buen tiempo se escuchaba de continuo
comentar en las tiendas o puestos callejeros.
Las cerilleras que vendían tabaco y caramelos sentadas en unas
sillas de madera en mitad de la calle tiritaban de frio bajo capas y
capas de ropa y algunas mantas raídas.
Los chavales cuando conseguían alguna "perra chica o gorda",
cinco o diez céntimos de peseta, corrían a comprar alguna golosina, un
chicle, diez de pipas o algún cigarrillo los mayores que se fumaban a
escondidas de los mayores.
Que pensarían estas mujeres inmóviles durante horas, sentadas a
ambos lados de la calle próximas a algún cine, peleando con los críos
que trataban de sisarles algún caramelo o chicle a poco que se
descuidaran.
En un pequeño cesto depositaban su mercancía y así vendiendo
chucherías sacarían algunos céntimos de ganancia para ir mal viviendo.
En algún otro puesto se cambiaban tebeos o novelas baratas a los
muchachos que con diez céntimos de peseta conseguían cambiar algún
tebeo con el que pasar la tarde, y una vez leído a cambiarlo con algún
otro crio que hubiera renovado su colección por el mismo procedimiento.
El problema era siempre donde encontrar una "perra gorda" (los diez céntimos) y así completar una tarde de sábado o domingo.
Nada calmaba el frío, nada aliviaban los sabañones, picaban y dolían a rabiar.
¿Qué hacer?.
Aguantar, simplemente aguantar y no quejarse pues lo último era siempre cabrear a los mayores.
Frío en la casa, frío en el colegio, frío a veces en la calle que se combatía corriendo y jugando.
¿Qué nos quedaba?.
El cine, las salas de sesión continua, todos apiñados hasta la
primera fila recibiendo y dando calor humano e incluso con suerte con la
calefacción encendida.
Suficiente para sentirse en la gloria y repetir las películas una y otra vez en sesiones interminables de cinco horas.
Cine, cine, cine, mas cine por favor como cantaba Luis Eduardo Aute en años posteriores.
Mas cine, todo lo que el cuerpo y la mente aguantaran con tal de estar calientes y a salvo.
el gatufo