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Mi mas oculto deseo fue siempre ser escritor y aprender varios idiomas. He llegado a defenderme bien en Ingles y chapurrear algo de Frances. El cine y la fotografia me fascinan. La música, de todo tipo, ha sido siempre mi relax. La amistad la valora mas que a nada en la vida.

lunes, 3 de noviembre de 2014

UNA FAMILIA








Estoy en el Infierno pienso, no puede ser peor que esto por lo que todos estamos pasando, mis pulmones arden. Pareciera que respiro pimienta pues toso sin parar y seguro que ya están en carne viva igual que el de todos.

El pobre niño del que estoy tirando se niega a andar y no puedo cargarle encima pues me faltan fuerzas. Ni tan siquiera llora, jadea, jadea, tose y vuelva a jadear.

Vamos, vamos, amigos que ya queda muy poco dice Luis. ¿Amigos?, que yo sepa soy yo solo pues el crio no se entera de nada y la mujer está desmayada encima de el.

Llegamos a un edificio creo, se acerca al portal y aplasta el botón del portero automático que lógicamente no suena, la costumbre, no obstante vemos que una niña de unos diez o quizás once años está acurrucada próxima a la puerta. Lleva 
una máscara de oxígeno y se incorpora nada más vernos.
Abre la puerta trabajosamente y con un suave empujón de mi amigo franqueamos la entrada.
Tiene que elevar al pequeño que se niega a seguir andando y prácticamente llevo arrastrando.
Seguimos a la niña y comienza el calvario de subir escalones echando los hígados fuera.

Ella anda ligera, lleva su máscara, pero nosotros no podemos seguir su paso y tras largos descansos alcanzamos por último la planta donde está la vivienda. No se cuantos pisos hemos subido, ni me importa, caigo redondo al suelo tras pasar el umbral de la puerta.
Me arrastran y cierran la puerta. De inmediato una mascarilla de oxígeno cubre mi boca y me reanima, gateo hasta mas alla de la puerta, estoy dentro de la vivienda.

Alguien me coloca sobre un sofá, estoy rendido y duermo, estoy fuera ya de este mundo porque sigo respirando sin que mis pulmones quemen, pero no, la dicha dura poco y abro los ojos enfocando la habitación y a la gente que ocupa las sillas.

No está la mujer la pobre mujer astrosa ni tampoco su hijo, ¿lo habré soñado?. Parece que no lo he soñado pues mi amigo me informa que están tumbados en otra habitación con una buena ración de oxígeno en sus pulmones y algo de alimento en sus estómagos.

Enfrente tengo a la niña de diez años y otro crío que parece su hermano, tendrá cinco o de seis años y se les ve saludables. Pálidos pero no en demasiado mal estado.

Según me entero han perdido a sus padres y a su abuelo, están solos y desean abandonar la casa.

Espera, espera, amigo. No me entero de nada, vuelve a empezar por favor le contesto a Luis.

Que te lo cuente la niña, Emiliano, me replica Luís. Mejor aún Laura, dále la mano y le llevas tu sabes donde para que tome conciencia de la situación.

Dicho y hecho, me incorporo, toma mi mano y me lleva a una habitación donde tres adultos están tumbados en la cama. Muertos, y bien muertos por su color y por el olor que inunda la habitación.
La niña no se inmuta, ha visto y sufrido demasiado, ha estado sola con su hermanito con este panorama en casa.
Salimos de inmediato, yo no puedo resistir la vista de esos cuerpos que empiezan a descomponerse y ella me va contando que son sus papás, y su abuelo.

Sus papas decidieron dejar las reservas de oxígeno a sus hijos, esperaban que llegara su abuelo que traería más asi como alimentos. Deseaban abandonar la casa y la ciudad cuanto antes.
El abuelo era un coronel que sabía donde encontrar provisiones, máscaras, oxigeno, armas, y un plano que pudiera guiarles para atravesar Madrid y el resto de España, parando en sitios donde hubiera algún tipo de orden, restos de un gobierno, y soldados que acataran las ordenes de sus superiores.

Se retrasó mi abuelo demasiado, dice la niña, y mis papás decidieron darnos las mascarillas que previamente habían recibido de el, de mi abuelo, se tumbaron en la cama y ahí están, quietos sin moverse.
El abuelo llegó muy enfermo, no sabemos que le pasaba, nos dijo que esperaramos aquí protegidos, con mas mascarillas, que saliéramos a la terraza y atrajeramos la atención de alguien que pudiera ayudarnos a salir de aquí. Nos escribió un papel para dar a la persona que subiera y que seguramente nos ayudaría a salir de aquí, con las provisiones y con las mascarillas que el traía.
Se tumbó en la cama tosiendo, escupiendo sangre, y ahí se quedó dormido al poco tiempo.

Mi hermanito y yo nos hemos quedado solos, nuestros padres no despiertan, están muertos, nos encontramos muy tristes y esperamos que vosotros podrías ayudarnos
tal y como no dijo mi abuelo.

Callo y escucho a la niña, parece lista y confiada en unos extraños que acaba de conocer, me maravilla su sangre fría al contar unos hechos que a cualquier otro niño le hubieran sumido en el silencio y desesperación.
A ella no, desea sobrevivir, tiene claro que tiene que salvar a su hermanito, se siente responsable de el y ese sentimiento le otorga madurez.

¿Que años tienes? le pregunto, y ella me dice que once para doce en seis meses.

Es una mocita menuda y flacucha, pero si, puede que sean sus años por la calma que aparenta.

Mi hermano tiene seis, me dice, antes de que yo le pregunte.

Maravilloso, pienso, ya somos familia numerosa y me siento de inmediato a descansar en cuanto veo una silla propicia para aguantar mi peso.


continuara...............




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