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Mi mas oculto deseo fue siempre ser escritor y aprender varios idiomas. He llegado a defenderme bien en Ingles y chapurrear algo de Frances. El cine y la fotografia me fascinan. La música, de todo tipo, ha sido siempre mi relax. La amistad la valora mas que a nada en la vida.

miércoles, 24 de agosto de 2016

MI VIDA (1ª )






¿Cuantas victimas inocentes a lo largo del año 1943?. Incontables, por cientos de miles o por millones.

La segunda guerra europea continua, el exterminio de población civil, judíos, polacos, gitanos y disidentes al nazismo sigue implacable en cientos de campos de concentración y ciudades.
Nadie está a salvo de los bombardeos, fusilamientos o redadas.

En los frentes los soldados caen sin misericordia aniquilados por propios hermanos convertidos en enemigos irreconciliables y la penosa historia del hombre vuelve a repetirse una y otra vez en cualquier lugar del mundo.

No obstante nuevas vidas llegan a este universo atormentado, sumido en una guerra devastadora que dejará decenas de millones de muertos.
Un crio nace en Madrid tercero de los hijos de Paquita y Emiliano.
El matrimonio ha llegado a la capital en busca de una mejor vida para ellos y su descendencia.
Pareciera imposible que aquí en una ciudad que ha salido de una guerra civil hace cuatro años pueda esperarse cualquier clase de futuro, y costará mucho esfuerzo encontrarlo.


Paseo de la Delicias en Madrid, Noviembre, hace un frio de espanto y el pequeño Emiliano abre su boca y profiere sus primeros lloros.
Será un niño tranquilo, buenazo y comilón, aunque no hay demasiado alimento para llenar su interminable apetito.

Estará mamando muchos meses y su madre echará el resto para que no le falte leche abundante con que alimentarle.
El no recordará nada de sus primeros años en el bajo de un edificio en Paseo de las Delicias, vetusto, de varios pisos con ascensor al que su madre trata de cuidar y limpiar pues ocupa su tiempo como portera del inmueble.  

El sueldo es miserable pero al menos ocupan la vivienda sin pagar ningún alquiler y eso es suficiente por el momento.

No pasará mucho tiempo en que semejante trabajo crispe los nervios de Paquita y le comente a su marido que desea cambiar de vivienda y ocuparse de sus tres hijos.

Cuando el pequeño va a cumplir los cuatro años agarran sus bártulos, los pocos muebles, colchones, ropas y utensilios de cocina y atravesando medio Madrid se establecen en su nuevo domicilio a las afueras de la capital, en el barrio de Tetuán de las Victorias que todavía no pertenece al municipio de Madrid.

Será muy pronto que engrose los distritos de la Capital, aunque las costumbres y fiestas del barrio continuarán por mucho tiempo al margen de las propias de la gran ciudad.

Tetuán y Vallecas constituyen los dos extrarradios supuestamente mas conflictivos de la capital de España, pero eso nuestro pequeño protagonista no lo sabe, el está encantado con el traslado, con el viaje encima de una destartalada camioneta desde la que va divisando la interminable sucesión de calles de un Madrid de postguerra, sumido en el hambre, el frío y la desesperanza.

Es el año 1947 la segunda guerra europea ha concluido en Mayo de 1945 con la rendición de Alemania.
El hambre y el bloqueo mundial comienza para una España cuyo gobierno dictatorial se equivocó de aliado escogiendo al Tercer Reich, consecuencia de lo cual le harán pagar un alto precio mediante bloqueo, aislamiento y falta de ayudas de cualquier índole.

¿Y que le importará al Régimen que eso suceda?. Nada en absoluto mientras se perpetúe a lo largo de decenas de años.

POSGUERRA


Los recursos familiares eran muy limitados en los cuarenta y principios de los cincuenta.

No había suficiente dinero para pagar un colegio privado y al chaval lo inscribieron en un colegio público del barrio.

"Torres Garrido" era el nombre del instituto, cuyo aspecto exterior era pulcro, clases luminosas atestadas de críos del mismo sexo, varones, y un gran patio para jugar en los recreos.
La calefacción era inexistente por lo que nunca se sabía si el frio era mayor dentro de las aulas o fuera en el patio. Desde luego los chicos estaban mejor en el recreo por mucho frio que hiciera.
Corrían, jugaban a la pelota, se peleaban con la supervisión de algún maestro que evitaba los puñetazos o patadas administrados con saña, mas que peleas eran agarradas sembradas eso si de insultos o gestos despreciativos hacia los componentes de las distintas pandas.

Aprender no se aprendía nada, nada en absoluto, el profesor escribía una frase en la pizarra y les decía a los cuarenta o cincuenta chicos que la copiaran en su cuaderno y la repitieran una y otra vez durante una o dos horas. Luego borraba la frase, escribía otra y vuelta a empezar.

No había explicaciones de ninguna índole, ni repaso de aritmética, lo más tres o cuatro operaciones sencillas escritas en la pizarra y a copiarlas y resolverlas en los respectivos cuadernos.
Tras dos horas de clase otra hora de recreo, bocadillo si es que lo habían traído de casa, y de nuevo en la clase algún chiquillo que salía y leía algo de lo que había escrito.
No se pagaba nada por asistir al instituto pero en la práctica pedían una pequeña cantidad mensual que iría a los bolsillos del director o profesores justificando ese importe como horas de refuerzo en el estudio.

El resultado de todo se tradujo en que el pequeño fue olvidando lo que había aprendido en la anterior escuela de frente de su casa.
Olvido multiplicar, dividir, e incluso las pequeñas nociones de geografía o ciencias que había recibido de su querido maestro José Luís.
A Emilianito su padre o su madre le preguntaban; ¿Qué hacéis en el colegio?; Y el se encogía de hombros sin saber que decir, al final confesaba, escribir y leer, con lo cual no había posibilidad de entendimiento y las preguntas o respuestas se repetían una y otra vez.

¿Pero que hacéis en la clase?, le preguntaban, y el optaba ya por no responder, se encogía de hombros, fruncía el gesto y eso era todo.
Este chico parece tonto, era la respuesta a su mutismo, y como signo de protesta para el instituto público dejaron de darle la asignación que solicitaban por las clases de enseñanza extra.

Con esa actitud paterna comenzó otro calvario para el pobre chaval, cuando el director del lugar de enseñanza le solicitaba una y otra vez el importe mensual de las inexistentes clases de refuerzo.
¡Arribas¡, decía, debes ya dos meses. Diles a tus padres que te den el importe, 25 pesetas, de la correspondiente mensualidad y ten en cuenta que se acumulan dos cuotas.
Dos, tres, cuatro y seguir sumando ya que al reclamar el crio los importes a su madre esta le respondía que no, no iba a pagar unas clases que no servían para nada.

¡Tus buenos bocadillos te metes¡, le decía el director, por falta de dinero no es, solo hay que ver las barras de pan que te comes cargadas de sardinas en aceite.
Dile a tus padres que así no puedes seguir, ya debes cinco meses y en cualquier momento estarás en la calle sin colegio y sin enseñanza.
Esto no iba a suceder, todo era un gran timo con el que los profesores mal pagados por la dictadura, trataban de compensar sus sueldos de miseria a costa de las miserias ajenas.
Un calvario para el chaval que gestaba en su interior un fondo de rebeldía hacia algo que no podía comprender. Por que no pagaban, por que el tenía que enfrentar esa situación, a que tantas preguntas, el que culpa tenía de todo ello.

Su insatisfacción se concretaba en no hacer nada durante las clases, cambiaba cromos, enseñaba boliches nuevos, hablaba con sus compañeros, se tiraban pelotillas de papel unos chicos a otros.
Eso si, el rezo puestos en pie delante del crucifijo, la canción patriótica del Cara al Sol.....con la camisa nueva, no faltaban teniendo frente a ellos colgadas de la pared las efigies de Franco y José Antonio, marrones, descoloridas, con caras de pocos amigos mirándoles con severidad.

Jose Antonio a la izquierda, el crucifijo en medio y Franco a la derecha, como es natural, fueron unas imágenes que acompañaron a cientos de miles de niños y niñas de la posguerra.
Los dos retratos se equiparaban a Jesucristo, algo que fue creando un poso de rebeldía y falta de fe a todo lo que representara, iglesia, fe, crucifijo, fascismo, dictadura, falange y demás historias representadas en esos tres símbolos de la posguerra.

ESCUELA


Organismos Internacionales que fueron creados tras la Segunda Guerra Mundial fueron vetados para la España de los cuarenta y sería en Agosto del cincuenta cuando fue aceptada la candidatura española para formar parte de ONU gracias a las gestiones de los EE.UU. y algunos países de Latinoamérica.

Los embajadores habían sido retirados de la España de postguerra, ningún país quería tener nada que ver con un gobierno fascista que había apoyado a Hitler y Mussolini.

Los españolitos de entonces pagaron muy caro las veleidades de un gobierno alineado a las ideas del Nacional Socialismo.

Pero todo esto ni importaba ni se sabía por una población atemorizada y precavida tras sufrir una guerra civil.
La necesidad básica era comer, encontrar un trabajo, sobrevivir hasta fin de mes y jugar a la lotería buscando la gracia de un premio gordo.

Nada es nuevo y esa situación sería revivida sesenta y cinco años después con la mal llamada Crisis con la que algunos se han hecho inmensamente ricos y cientos de miles han perdido  su empleo, su casa, sus ahorros y sus ilusiones.

El crio recién llegado a Tetuán empezó muy pequeño a acudir a la escuela, estaba frente a la casa, y de este modo la madre no tenía que ocuparse de criar tanto pequeño a su alrededor.
No era la típica ama de casa al uso, no encajaba con las labores atribuidas a las mujeres de entonces, y a las de ahora, el criado de unos pequeños chillones, y la convivencia con un marido que todo el día trabajaba y acudía de noche cansado y con no demasiadas ganas de problemas añadidos.

Las regañinas, azotes en el trasero, y algún bofetón de vez en cuando eran la medicina habitual administrada a los pequeños de entonces.
No había problemas de malos tratos porque no se consideraban como tales los palos suministrados por padres, maestros y demás educadores.

El pequeño estaba feliz yendo a la escuela de enfrente y aprendiendo precoz a leer, las cuatro reglas y algún sencillo problema de aritmética.
Algo de Geografía, poquito sobre Ciencias y ya era mucho más que suficiente.
Con seis o siete años leía de corrido, dividía por dos cifras y era un crio tranquilo agarrado a la mano del profe cada vez que salía al recreo.

Pronto se le acabaría este tipo de vida pues sin saber como o por que se vio enrolado para asistir a otra institución docente que no le gustaría en absoluto.


LOS JESUITAS Madrid 1952

La actual Plaza de Castilla en Madrid, era llamada coloquialmente "Hotel del Negro" cuando Emilianito transitaba por sus alrededores.
Y el motivo era un enigma para el. ¿Hotel del Negro?, donde está el hotel, que es un hotel, se decía el pequeño, y el ¿Negro?. Quien sería el negro.

Si preguntaba por estas cuestiones el mutismo era absoluto. Con lo que sería mucho mas tarde, empezando a ser adolescente, cuando sus preguntas se vieron respondidas por los chicos de la calle.
El Hotel del Negro era una "casa de putas" durante la República, y el negro era quien lo dirigía.
¿Casa de Putas?, y eso que es, preguntó el muchacho. Jo, pareces tonto chaval, ¿no sabes lo que es eso?.
Así, lentamente y con nueve años comenzó el crio a saber los enigmas del sexo.
Hasta ese momento niños y niñas seguían jugando juntos y revueltos, sin prejuicios de ningún orden, no obstante muy pronto algunas niñas dejarían de bajar a la calle a mezclarse con los muchachos y formarían sus grupitos a parte con otras niñas de su edad.

Con ocho años al chaval lo habían sacado del instituto "Torres Garrido" y lo habían inscrito en un nuevo colegio, esta vez de Frailes Jesuitas que había en el barrio de Chamartín de la Rosa.
Lo de "La Rosa" nadie sabia el por que, posteriormente desapareció "La Rosa" y quedó solo "Chamartín" para la posteridad o el momento actual.

Con un frio helador, en invierno. empleaba media hora de larga caminata subiendo Bravo Murillo, atravesando "El Hotel del Negro" o Plaza de Castilla, y bajando por Mateo Inurría hasta el colegio-convento de los Jesuitas.
A las ocho y media cerraban la verja de entrada al recinto y nadie entraba en su interior.
Con cuatro, si cuatro, faltas no justificadas el chico era expulsado del colegio de inmediato por faltas de puntualidad o novillos.
El temor a ser expulsado era permanente pues se creía que este colegio tenía que ser muy bueno al ser regentado y propiedad de "los Frailes Jesuitas", nada mas lejos de la realidad pues para el muchacho, y sus compañeros, fue una fuente de sinsabores y torturas administradas sabia y ladinamente por sus maestros, seglares, y su director padre jesuita imbuido de un rígido espíritu de rectitud y disciplina.

Que alegría para sus progenitores, el chico va a un colegio de curas, allí le enseñaran bien todas las materias y lo educarán adecuadamente.
Y no es caro, que va, poco más de lo que reclamaban en el anterior instituto "Torres Garrido" donde olvidó todo lo que ya sabía, comentaban entre ellos.

A sus hijas las habían sacado de un colegio de monjas, "Las Adoratrices", ubicado cerca de la casa en la que vivían,  por el mismo motivo que al chico. No aprendían nada en absoluto, se pasaban el día rezando, tenían que ir muy limpias, el pelo recogido y un uniforme impoluto.

En una ocasión en la que a Paquita, la madre, no le dio tiempo a recogerles el pelo adecuadamente, las monjas pasearon a las dos hermanas por todas las clases indicando la forma en la que NO había que acudir al colegio-convento. Luego las mandaron a casa para que su madre las peinara convenientemente.

Ya no volvieron a semejante lugar, convento de "brujas", según la madre.
De inmediato hubo que buscarles un nuevo colegio, esta vez privado y de pago, donde finalmente comenzaron a aprender algo de provecho.

Pronto con nueve para diez años empezaron a estudiar lo que entonces llamaba "bachillerato" y durante cinco años o más estuvieron sometidas a la disciplina de un colegio privado seglar.
Muy caro para los bolsillos de la mayoría, y protesta continua para Paquita su madre, que mensualmente tendría que apartar una sabrosa cantidad de pesetas para el estudio de las dos muchachas.

Emilianito sería menos gravoso, empezó su bachillerato con ocho para nueve y la mensualidad que pagaba era mucho menor que la satisfecha por sus hermanas.




continuara.....

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