Quien esté libre de haber sentido "una estupida confianza" fruto de circunstancias engañosas, halagadoras, que envanecen nuestro propio ego al sentirnos buenos y generosos, quien esté libre, repito, de esos sentimientos y no haya cometido ciertas tonterias o estupideces que alce la mano.
Y en una reunión de personas normales, honestas y consecuentes, con confianza hacia quienes les rodean, serian muy pocos los que alzaran la mano.
A veces nuestra estupidez o tonteria bonachona no tiene límites.
Nos agrada sentirnos buenos, es un sentimiento que llena nuestro espiritu de agradables sensaciones.
Pero, y aquí viene el pero, cuantas veces confundimos los halagos con la sinceridad, el pasa manos con honestidad.
Siendo personas comunes, sin ninguna responsabilidad de mando o poder, nos vemos a veces asaltados por alguien que trata de obtener beneficios a nuestra costa. Y con buenas palabras, halagos, penas, lloros y otras historias, nos mueven a hacer cosas que objetivamente jamás hubieramos hecho.
No quiero imaginar las presiones que estando en un sitio con poder de decisión, alguien honesto y compasivo tiene que soportar.
En ese caso cuando abusando de ese poder decisorio se deja engatusar por gentes que susurran a sus oidos, que les suplican, que les lloran, las consecuencias para esa persona pueden ser, y son, muy indeseables.
No siendo nadie relevante, solo una persona que decide sobre su propia vida, sus amigos, lo que hace o no hace en favor de alguien, las consecuencias son desconfianza, pena, insatisfacción propia por ser un iluso o un ingenuo, y en muchos caso perdida de un dinero confiado o prestado sin ninguna garantia.
¿Quien no ha cometido en su vida algún craso error de esta índole?.
Yo desde luego los he cometido, no estoy libre de sentirme un "estupido confiado" y a nadie puedo pedir
responsabilidades por serlo.
Solo durante estos días, y los que faltan, me repito una y otra vez "pero que tonto estupido has sido", aprende gili, cuantas tonterias has venido haciendo hasta justo ayer mísmo.
A veces se aprende perdiendo, afortunado siempre es quien no pierde más de lo que pueda soportar, y en mi caso puedo.
Aunque perder poco se pierde.
Me comentaba un íntimo amigo "que nunca hay que arrepentirse de las buenas acciones por muy estupidos o desengañados que podamos sentirnos" y creo que tiene razón, consuela escuchar sus palabras, gracias.
No obstante, podría añadir, es nuestra propia vanidad la que nos arrastra a cometer esos actos, y conviene estar alerta de nuestra complacencia en sentirnos buenos.
La vanidad es un sentimiento realmente "peligroso" y a ese respecto os recomendaria que leais "Las Amistades Peligrosas" novela desarrollada en cartas escrita por Pierre Choderlos que fué magistralmente llevada al cine con ese mismo título.
el gatufo
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