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Mi mas oculto deseo fue siempre ser escritor y aprender varios idiomas. He llegado a defenderme bien en Ingles y chapurrear algo de Frances. El cine y la fotografia me fascinan. La música, de todo tipo, ha sido siempre mi relax. La amistad la valora mas que a nada en la vida.

domingo, 11 de enero de 2015

EN VERANO








En el barrio madrileño de Tetuan la vida transcurría sin sobresaltos. Trabajo no faltaba aunque se ganaba una miseria. Nadie tenía suficiente con un solo jornal y los hombres se afanaban en tener dos o incluso tres empleos que les permitieran sobrevivir a la precariedad  cotidiana.
No había ningún aparato que mejorara las labores domésticas. En verano el agua, la casera o el vino a granel se enfriaban en un cubo con un trozo de hielo comprado en algún sitio donde los vendieran.
Se enviaban a los chicos a comprar un pedazo que el comerciante partía con un pica hielos y lo metía en el cubo que los chavales llevaban al efecto.
Una vez en casa se metían lo que quisiera enfriarse,
botella de agua, vino y a veces gaseosa.
De vez en cuando alguna botella de cerveza si se esperaban visitas.
Mantequilla bien envuelta, alguna pieza de fruta y poco más.
El pedazo de hielo duraba unas horas las suficientes para conservar o enfriar lo necesario.





Quien no compraba hielo refrescaba el agua dentro de un botijo que pasaba de mano en mano para izarlo por encima de la cabeza y beber abriendo la boca al chorro que brotaba del pitorro. Había que ser muy hábil, tragar al tiempo que el chorro llenaba la boca procurando no chupar jamás del pitorro pues otros iban a beber del botijo y hubiera sido muy poco higiénico beber de otra forma.
El botijo se tenía en todo lugar de trabajo, igual en oficinas, obras en construcción o talleres.
Los había blancos o marrones, siempre de barro para refrescar el agua, limpios en las oficinas y tiznados de grasa en los talleres.





Los chicos y chicas de la edad de Emiliano siempre deseaban estar en la calle jugando. Daba igual la estación del años, si hacía frio o calor, si llovía o helaba, su ideal era salir de casa y jugar a lo que fuera.




Nada que ver el ambiente del barrio con el que tenía en el colegio de los frailes. En la calle se hablaba de todo, a voces, se cantaba, se corría, se decía palabras mal sonantes, se cuchicheaban los últimos descubrimientos relativos al sexo cuando las chicas no estaban presentes, se intercambiaban
cromos, canicas, chapas, tebeos, peonzas, novelillas, y sobre todo historias de la última película que se había visto.

Las del Oeste y espadachines eran las preferidas entre los chicos, las muchachas preferían otras películas y hablaban de actores que ellas consideraban guapos.

Emiliano vivía tres mundos paralelos a cual mas diferente, el de la calle, el de casa, y el del colegio. Entre ellos no había puntos en común, en cada uno de ellos era un chico diferente y se portaba de diferente forma.

Aunque procuraba ser pacífico en los tres, no meterse en problemas, en la calle no le faltaban sus pequeñas peleas, guerras entre diferentes chicos acorde con sus edades, y a veces las "dreas" con tirachinas o piedras arrojadas a mano no faltaban.
Varias veces acudía a su casa "descalabrao" por que una pequeña piedra había impactado contra su cráneo o su cara. Si era así no había forma de ocultarla y luego recibía algún azote de propina por meterse en semejantes contiendas.

Se sentía feliz jugando en la calle con los chicos y chicas de su edad. No había nada mejor para el y sus hermanas mientras fueron pequeñas, luego, una vez mocitas con sus primeros síntomas de pubertad las chicas desaparecían de la calle y empezaban a arreglarse, ponerse guapas y a presumir.

Los años cincuenta iban pasando sin tener constancia de que España estaba aislada, de que no había libertad de prensa, ni de política, ni de prácticamente nada.
Pero que importancia tiene esto cuando se tienen nueve o diez años.

Ninguna en realidad.

el gatufo





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