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Mi mas oculto deseo fue siempre ser escritor y aprender varios idiomas. He llegado a defenderme bien en Ingles y chapurrear algo de Frances. El cine y la fotografia me fascinan. La música, de todo tipo, ha sido siempre mi relax. La amistad la valora mas que a nada en la vida.

miércoles, 2 de julio de 2014

UNA PLAGA UN NAUGRAGIO



Corre el año 1921, la Primera Guerra Mundial y la mal llamada "Gripe Española" han causado millones de muertos en todo el mundo.


La mayor plaga que se recuerda en el mundo sucedió durante el año 1918 en plena Guerra Mundial. 


Pudo comenzar en Inglaterra o Francia, y muy poco después la mayoría de los países en liza padecían los estragos del virus, el horror de la guerra era tan grande que se silenciaron las miles, millones, de muertes que la gripe causaba en pocas semanas.


España era un país neutral y la enfermedad se extendió con gran velocidad a todos los rincones de la nación. La prensa, no censurada por la guerra, se hizo eco del desastre enorme que la gripe causaba sobre todo en niños, jóvenes y personas adultas sanas. 

Tal cumulo de noticias sobre los efectos del virus gripal hicieron que la pandemia comenzara a llamarse "Gripe Española" cuando en realidad no era España el lugar donde comenzó la terrorífica plaga.

La tragedia pasó por Gayangos sin dejar bajas en la familia de José y Manuela. 

Cuatro hijos seguían bajo su tutela y los dos varones tenían idea de no permanecer en el pueblo, con lo que prácticamente se quedarían sin brazos que trabajaran las fincas, ni recursos suficientes para subsistir el resto de la familia.

De las dos hijas restantes, la mayor María, pensaba también en marcharse a la Argentina con sus hermanos, en busca de una mejor vida que en la pequeña aldea Burgalesa.


Para su padre José no era una buena idea que su hija predilecta María se embarcara rumbo a las Américas, demasiados hijos habían tenido que abandonar el hogar para que otra más tuviera que hacer lo mismo. 

No obstante, en Diciembre del año 1920 acompaña a su hija hasta el puerto de Bilbao y la ve partir en el barco Santa Isabel que haciendo escala en Cadiz, transbordaria a todos sus pasajeros a un transatlántico con rumbo a Buenos Aires. 


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El 'Titanic' de Sálvora

La Ría de Arousa conmemora el 90º aniversario del naufragio del 'Santa Isabel'

Santiago 

Aunque la fama de peligrosa se la lleve la Costa da Morte, uno de los naufragios más recordados del litoral gallego tuvo lugar algo más al sur, en la bocana de la Ría de Arousa. En 1921, el buque Santa Isabel, un vapor correo, se fue a pique a poco más de 100 metros de la isla de Sálvora, todavía habitada. El valor de los vecinos de la isla que Cabanillas elevó a tierra sagrada quedó grabado a fuego en la memoria de la comarca del Barbanza. Este año se cumple el 90º aniversario del hundimiento, y Xosé María Fernández Pazos sacará la segunda edición del libro sobre la tragedia que publicó en el 1998, Sálvora: Memoria dun Naufraxio. Se trata de una edición actualizada con nuevas fotografías que estará en las librerías en unos días.
Los vecinos de la isla recibieron varios homenajes tras el naufragio
Se reabrió un antiguo cementerio para dar sepultura a los fallecidos
A la 1.50 de la madrugada el barco encalló en unas rocas próximas a Sálvora y se fue a pique. Los vecinos de la isla, y muy especialmente tres jóvenes que luego se convertirían en heroínas, prestaron auxilio a los viajeros y lograron salvar a unas 56 personas. La hazaña les valió varias medallas al mérito así como el reconocimiento de Muy noble, muy leal y muy hospitalaria a la villa de Ribeira, concedido por el rey Alfonso XII.
El buque había pasado por varios puertos del Cantábrico recogiendo emigrantes que se dirigían a América. Su destino era Cádiz, de donde partían barcos más grandes hacia el otro lado del Atlántico. Era la madrugada del 2 de enero del recién estrenado 1921, cuando el Santa Isabel chocó contra las rocas al intentar maniobrar para acceder a la Ría de Arousa. En los bajos de la embarcación se abrieron varias brechas y en poco tiempo el Santa Isabeldesapareció bajo el agua. Aunque desde el buque intentaron pedir auxilio por radio, fue imposible que en tierra comprendiesen lo que intentaban transmitir. Se qudaron sin electricidad y fue imposible enviar un mensaje pidiendo auxilio. "Estamos encima de las rocas de Sál...". Ese fue el último mensaje que emitió por radio el Santa Isabel. Los telegrafistas de Finisterre Radio no se imaginaron lo que estaba sucediendo y no pudieron avisar para poner en marcha un equipo de salvamento.
Fue el farero de la isla quien escuchó los gritos de los que viajaban en el buque. Cuando se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo corrió hasta las casas, a dos kilómetros del faro, para avisar a los vecinos. De Sálvora partieron tres embarcaciones; una hacia Ribeira para avisar del naufragio, y las otras dos se dirigieron al lugar donde se hundía el Santa Isabel para rescatar a los supervivientes. Aunque los héroes acostumbren a ser hombres, en Sálvora hubo tres mujeres que desde esa noche formarían parte del entramado mítico que subyace tras el imaginario social gallego. Cipriana Oujo, de 25 años; Josefa Parada, de 16; y María Fernández, de 14, tripulaban una de las dos embarcaciones que se enfrentaron al oleaje para rescatar supervivientes del naufragio. Fernández Pazos calcula que tras realizar varios viajes, estas tres jóvenes rescataron a entre 15 y 20 personas. Aun así, 213 personas, entre pasajeros y tripulantes, fallecieron en el Santa Isabel. No se recuperaron los cuerpos de todas las víctimas. El Ayuntamiento de Ribeira tuvo que reabrir un antiguo cementerio para dar cabida a los muertos en el naufragio.
El segundo oficial del Santa Isabel, el ferrolano Luis Cebreiro, también quedó en la memoria de la comarca por salvar vidas aquella noche. Retuvo a varios botes salvavidas hasta que amaneció, lo que permitió que con la luz del día fuese más fácil evitar las rocas. Además, se negó a subir en un bote porque era muy corpulento -lo llamaban El Toneladas- y temía hundirlo. Nadó durante dos horas hasta Sálvora agarrado a una de las embarcaciones. Cebreiro resultó ser el marinero más condecorado de la historia. "No sé si era gafe o si fue casualidad que estuviera presente en muchos naufragios", cuenta Fernández. Las tres mujeres recibieron la Cruz de Tercera Clase con Distintivo Negro y Blanco del Consejo de Estado. Una cuarta también fue premiada por su trabajo en tierra, Cipriana Crujeiras, que ofreció a los náufragos rescatados comida y ropa seca. Varias ciudades como Vigo o Vilagarcía homenajearon a las jóvenes.
Pero también hubo una leyenda negra que acusaba a los vecinos de Sálvora de haberse quedado con las pertenencias de las víctimas. De las tres heroínas poco más se supo y se dice que evitaban hablar de lo que había sucedido aquella noche. De hecho, Fernández Pazos explica que en el Ayuntamiento de Ribeira apenas hay documentación sobre el naufragio. "Los vecinos decidieron correr un tupido velo ante los rumores que los acusaban de raqueiros", explica. A pesar de que el rumor se mantuvo, el autor del libro pudo constatar que esto no fue cierto tras revisar una carpeta con documentación que guardaba el segundo oficial del Santa Isabel, Luis Cebreiro.

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